San Martín a través de su iconografía
- Por Miguel Ruffo y María Inés Rodríguez Aguilar
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Se cumplen hoy 170 años del fallecimiento del General San Martín en Boulogne sur Mer, Francia. En esta oportunidad lo recordaremos a través de sus retratos y de la iconografía que lo representó.
En 1818, en Santiago de Chile, después de la batalla de Chacabuco y antes de la batalla de Maipú, y con cuarenta años de edad, San Martín posó ante el pintor mulato peruano José Gil de Castro, radicado en la capital chilena. Está representado de tres cuartos de cuerpo, ligeramente de perfil, con el uniforme de coronel mayor del Regimiento de Granaderos a Caballo. Alcanza a verse una parte del sable corvo y, hacia la izquierda de la composición, una mesita cubierta por un tapete verde sobre la cual se dispone el sombrero elástico o falucho y una escribanía. Hacia el fondo, un cortinado de honor, y abajo, una leyenda: “Nada prefirió más que la libertad de su patria”. Hay siete u ocho copias de este retrato realizadas por el mismo autor, de las cuales dos se encuentran en el Museo Histórico Nacional.
En 1827, ya en el exilio, en Bélgica, posó para el pintor Joseph Naves. San Martín cuenta casi cincuenta años de edad y está representado de frente con traje civil. Se nota por las facciones del rostro que ha engordado respecto de 1818. Es un retrato que seguramente fue comisionado por sus amigos masones en Bélgica. Joseph Naves fue un pintor destacado, alumno de David, uno de los exponentes más claros del neoclasicismo.
En febrero de 1848, cuando cumplió setenta años, le tomaran dos daguerrotipos, de los cuales solo se ha conservado uno que se encuentra en el Museo Histórico Nacional. San Martín fue fotografiado en posición sedente, con traje civil y con una pequeña diferencia entre las tomas, ya que en una está con el brazo apoyado en el apoyabrazos, mientras en la otra lo lleva al interior de la levita. Esto lo sabemos porque del daguerrotipo perdido se ha conservado una fotografía. San Martín ha perdido la vivacidad de su mirada como consecuencia de las cataratas. Su cabello es canoso y ha vuelto a usar bigotes.
En 1856, la hija de San Martín, Mercedes, después de fallecido su padre, pinta al óleo el retrato de San Martín anciano, basándose en uno de los daguerrotipos de 1848 y en el grabado que Edmond Castan le realizara en 1850.
Nuestro recorrido por la iconografía sanmartiniana comienza por San Martín trasmontando Los Andes, óleo sobre tela de Martín Boneo, realizado en Santiago de Chile aproximadamente en 1865. En este, el prócer está representado en plena cordillera de Los Andes, montado en un caballo blanco, dando instrucciones a los hombres que constituyen su Estado mayor.
En 1872, Juan Manuel Blanes, principal pintor rioplatense, pinta La revista de Rancagua. Allí vemos al general San Martín montado en un caballo zaino, acompañado de Tomás Guido y de cazadores del ejército, pasando revista al batallón Nº 7 de pardos y morenos, en la localidad chilena de Rancagua. Hacia el fondo se divisa esa localidad con sus pobladores. En el extremo inferior derecho vemos a un niño que lleva una corona de flores que van siendo arrojadas al paso de San Martín y una banda con la leyenda “5 de marzo de 1820”. Se alude al acta de Rancagua, cuando San Martín es ratificado como jefe del ejército por sus oficiales, pese a la disolución del gobierno nacional, con la derrota del Directorio en febrero de 1820.
En Chacabuco, óleo sobre tela del pintor chileno Pedro Subercaseaux, vemos al general San Martín montado en un caballo blanco observando el ataque de sus fuerzas en las cuestas de Chacabuco. La infantería atacando de frente y la caballería rebasando por los flancos a la formación enemiga. Cabe preguntarnos ¿por qué es blanco el caballo de San Martín? Es una cuestión iconográfica y simbólica. Como San Martín es el héroe máximo de la independencia, se tiene en cuenta el periplo del héroe, que asciende de la tierra al cielo y transforma las energías telúricas en energías celestiales y lumínicas. Y el caballo del héroe, por ser el caballo de la luz, es de color blanco, ya que blanca es la luz.
Otro óleo sobre tela de Subercaseaux es El abrazo de Maipú, pintado en 1908. Su autor recuerda: “Podrían también presentarse bosquejos sobre cualquier otro tema, por lo que habiendo hecho yo un apunte al óleo que representaba el abrazo de O´Higgins y San Martín en Maipú, lo llevé al concurso. Más tarde me sirvió de base para el cuadro que fue premiado en Buenos Aires, en 1910, y que cada año sale reproducido con ocasión de las Fiestas Patrias, tanto en Chile como en la Argentina. No faltaba ninguna semana sin presentar algún bosquejo y luego mis compañeros me llamaron ‘el campeón del boceto’”. O´Higgins, herido en Cancha Rayada, no participa de la Batalla de Maipú. Como no sabe qué es lo que acontece allí, resuelve presentarse cuando esta ya se había consumado con el triunfo sanmartiniano. Exclama O´Higgins: “Gloria al libertador de Chile”. Y San Martín le contesta que “Chile jamás olvidará su gesto de presentarse herido en el campo de batalla”. Se estrechan ambos libertadores en un abrazo y este es el momento elegido por el artista para evocar la batalla de Maipú, cuando se habían cumplido noventa años de ella.
Del pintor argentino Julio Fernández Villanueva es El combate de San Lorenzo, óleo sobre tela realizado antes de 1890. Esta pintura alude al momento muy conocido por todos: San Martín queda aprisionado debajo de su caballo muerto y los realistas van a rematarlo. Entonces dos granaderos, Baigorrria y Cabral, se aproximan, cubriendo este último con su cuerpo la posibilidad de que San Martín fuera retirado de debajo del caballo. Hacia el fondo se divisa el Convento de San Carlos, donde fueron apostadas las fuerzas de San Martín poco antes de librar el combate mencionado. San Lorenzo fue el único combate librado por San Martín en territorio argentino.
En La batalla de Maipú, también óleo sobre tela de Villanueva realizado antes de 1890, se reproduce el momento en que San Martín se hace presente en el campo de batalla dando las instrucciones de ataque a sus fuerzas, resolviendo la batalla con su victoria.
Por su lado, El paso de Los Andes, óleo sobre tela de Augusto Ballerini, muestra a San Martín montado a caballo, observando desde un promontorio el desplazamiento de sus fuerzas en la cordillera de Los Andes. El cruce de Los Andes fue la gran epopeya sanmartiniana. Vemos las montañas que constituyen el espacio físico que está siendo transformado por el hombre que se introduce en él, convirtiéndolo en un espacio social. El mismo tema del cruce de Los Andes es el desarrollado en la litografía de Waldemar Carlsen. Allí podemos ver algunos de los problemas a los que tuvo que hacer frente San Martín para cruzar Los Andes. En él, se ven sus hombres con ponchos y tamangos forrados con lana y pequeñas fogatas para combatir el intenso frío de la cordillera.
En El Ejército de Los Andes saliendo del campamento del Plumerillo, dibujo a pluma y dos tintas de José Bouchet, vemos, por ejemplo, que las mulas del ejército están siendo cargadas con las cureñas de las piezas de artillería. El general San Martín, montado a caballo, en el centro de la composición. El campamento del Plumerillo fue el lugar donde se preparó, se disciplinó, se forjó el Ejército de Los Andes. Ubicado en las afueras de Mendoza, vio en enero de 1817 salir al ejército en campaña a Chile. También a José Bouchet le debemos el boceto El abrazo de San Martín y O´Higgins, ya que el primer director y fundador del Museo Histórico Nacional, el doctor Adolfo P. Carranza, le había propuesto al artista una pintura sobre este tema.
Todas las obras de arte citadas forman parte de la colección del Museo Histórico Nacional.
Fuente consultada
Del carril, Bonifacio. Iconografía del general don José de San Martín, Buenos Aires, Presidencia de La nación, 1970.