Plutón: el infierno desde el cielo
- Por Miguel Ruffo
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Se cumplen hoy 90 años del descubrimiento de Plutón. Este cuerpo celeste, sobre el que se ha tejido una controversia acerca de su condición de planeta, nos ofrece a partir de su nombre y el de sus satélites un universo mítico exuberante que hemos tratado de condensar en este trabajo.
Plutón fue descubierto el 18 de febrero de 1930 por el astrónomo estadounidense Clyde William Tombaugh (1906-1997) desde el Observatorio Lowel, situado en Flagstaff (Arizona), y entonces fue considerado el noveno y más pequeño planeta del sistema solar por la Unión Astronómica Internacional. Sin embargo, esta caracterización ha sido siempre objeto de controversia entre los astrónomos. Durante muchos años, se creyó que Plutón era un satélite de Neptuno que había dejado de ser satélite porque había alcanzado una segunda velocidad cósmica. “Pero esta teoría fue rechazada en la década de 1970”, leemos en Wikipedia.
El cambio más relevante en su estatus ocurrió en 2006, más exactamente el 24 de agosto de 2006, cuando su condición de planeta fue degradada por una decisión tomada por la Asamblea General de la Unión Astronómica Internacional celebrada en Praga, que pasó a considerarlo “plutoide”, término con el cual se refiere a todo planeta enano del sistema solar que se encuentra más allá de la órbita de Neptuno.
¿De dónde viene el nombre Plutón? En el momento de su descubrimiento, Venetia Burney, estudiante de Oxford e interesada en mitología clásica, propuso designarlo con ese nombre. En el Observatorio Lowel hubo una votación y se impuso la propuesta de Burney sobre otras que sugerían llamar al planeta con los nombres de Minerva o Cronos.
Plutón, dios romano del inframundo, se corresponde con el dios griego Hades. Este representaba al mundo subterráneo, al mundo de los muertos. En la época de Homero, la idea que los griegos tenían del inframundo era la de un lugar de espectros y sombras, un mundo lúgubre sin ningún atractivo: era preferible ser un porquerizo en el mundo de los vivos a ser un rey en el mundo de los muertos. Posteriormente, dividieron al Hades en tres zonas: Erebo, Tártaro y Campos Elíseos. En el Erebo se encontraba el feroz Cancerbero, el perro guardián del inframundo; el Tártaro era el lugar donde eran castigadas las almas malvadas, y los Campos Elíseos eran el lugar que correspondía a las almas de los bienaventurados.
En 1978 fue descubierto el primer satélite de Plutón, que recibió el nombre de Caronte. Este era una de las divinidades infernales, hijo de Erebo y de la Noche: piloto del inframundo, se encargaba de conducir en su barca a las almas de los muertos al otro lado de la laguna Estigia y del río Aqueronte. Se lo representaba como un viejo vigoroso, inculto, terrible y de mirada colérica, que acosaba a las almas de los muertos. Rechazaba bruscamente a las que no llevaban el precio del pasaje (de uno a tres óbolos) y se negaba a transportar las almas cuyos cuerpos no habían recibido sepultura o no habían sido incinerados. Esta creencia dio origen a la costumbre de meter en la boca del difunto, antes de quemarlo en la hoguera o enterrarlo, una moneda destinada a Caronte.
A partir de 2005, el telescopio espacial Hubble permitió descubrir nuevos satélites de Plutón: Cerbero (Cancerbero), Estigia, Hidra y Nix. Cancerbero era un monstruo mitológico, hijo de Tifón y de Equidana. Según Hesíodo, era un perro de cincuenta cabezas que daba espantosos ladridos. Posteriormente el número de sus cabezas se redujo a tres, pero se añade a su descripción que, para expresar su ferocidad, tenía cola de dragón y una boca que destilaba ponzoña. Era el guardián del inframundo: no permitía salir a ninguna de las almas de los muertos ni entrar a las regiones subterráneas a ningún viviente. Nos encontramos aquí con una barrera infranqueable entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos. Es una separabilidad. Es necesario que los muertos no retornen al mundo de los vivos y que estos no puedan penetrar en los secretos de la muerte. Dante nos presenta a Cerbero como guardián del tercer círculo del infierno. Estigia, nombre de otro de los satélites, representa a uno de los cuatro ríos infernales, que lleva el mismo nombre de una diosa infernal, hija de Océano y Tetis. Es interesante reparar en que con el mismo nombre se conocía a las aguas de un río de Grecia, tributario del golfo de Corinto, que nacía en el monte Nonacris y afluía al Cratis. Se creía que sus aguas tenían virtudes mágicas y daban la inmortalidad. La invulnerabilidad de Aquiles –excepto en el talón, por donde después encontró la muerte– se debía a que su madre Tetis, al bañarlo, le sumergió todo el cuerpo en dicho río menos el talón por donde lo sujetaba. Nos quedan los satélites Hidra y Nix. Hidra era una serpiente monstruosa, con nueve cabezas, de las cuales una era inmortal. Asolaba las regiones próximas a Lerna. Su captura fue uno de los trabajos de Heracles. Este enfrentó a la Hidra y empezó a cortar sus cabezas, pero se asombró al advertir que por cada cabeza que cortaba le crecían otras dos. Finalmente, valiéndose del fuego, quemó las falsas cabezas y sobre la que era inmortal dejó caer un peñasco que la aplastó. Finalmente, Nix, divinidad de la mitología germánica, designaba a los espíritus de las aguas: ríos, arroyos, estanques, fuentes.
Si prestamos atención a esta mitología en su conjunto, nos encontramos, por los nombres del planeta y sus satélites, con una representación del mundo infernal o inframundo en el plano del cielo o de lo celeste. Es como si en el mundo de arriba pudiésemos encontrar un simbolismo que nos remite al mundo de abajo, con la excepción de Hidra y Nix. Sin embargo, Hidra es una monstruosa serpiente y este animal, como símbolo, se vincula no solo con lo ctónico o telúrico, sino también con el infierno en que se convirtió el mundo subterráneo a partir del cristianismo. Pero Nix presenta una contradicción. En primer lugar, forma parte de la mitología germánica y no de la griega. En segundo lugar, se relaciona con las aguas y estas, con la vida. Es como horadar el mundo de la muerte al que remiten simbólicamente los otros cuerpos celestes del mundo de Plutón. Se podría argumentar que no solo no son visibles a simple vista, sino que se necesitan los telescopios más potentes, e incluso telescopios espaciales, para poder observar algunos de sus satélites. Entonces ¿cómo pensar en el mundo de abajo viendo el mundo de arriba? Es que sabiendo de la existencia de Plutón y sus satélites en el plano del cielo, sabemos que ellos están ahí arriba, aunque no los podamos ver.
“Como Urano y Neptuno, Plutón es otro principio de ‘des-estructuración’ que impulsa inexorablemente a la vida a seguir adelante y a deshacerse de formas viejas para dejar paso a las nuevas. Así como una serpiente se despoja de su piel, algo nos empuja desde adentro, desde muy profundo; nos impele a trascender las fases antiguas y gastadas de la vida y nos señala el camino que ha de permitirnos seguir creciendo y evolucionando. Finalmente, lo nuevo se convertirá en lo viejo, y también eso habrá de ser abandonado para emprender aún una nueva fase”, afirma Howard Sasportas respecto del simbolismo astrológico de Plutón.
Este planeta es el regente del signo de Escorpio y se vincula con la Casa 8. Las casas, que son divisiones del plano de la tierra, representan áreas del comportamiento humano. Este tiene en la Casa 8 a la muerte y el sexo. Y la sexualidad se vincula con el amor, la vida y la reproducción de la especie humana. Si tenemos en cuenta estos conceptos de la astrología, entonces tal vez no resultaría tan extraño que, en un sistema satelital donde casi todos los nombres apuntan al inframundo y la muerte, apareciese un satélite que por su denominación nos remitiese a la vida, simbolizada por las aguas. Freud unía a Eros (amor, sexualidad, vida) con Tanatos (muerte). La vida y la muerte están inexorablemente unidas.
Finalmente, apuntemos la relación entre Plutón y la psicología: “Según la mitología, Plutón rige sobre el mundo subterráneo del alma humana; en otras palabras, sobre el subconsciente. La psicología moderna y las antiguas filosofías orientales enseñan que difícilmente se exagere acerca de la influencia de la mente subconsciente de una persona sobre su comportamiento exterior. En lo más profundo del subconsciente yacen recuerdos de vidas pasadas, las cuales son el móvil de nuestras reacciones espontáneas ante situaciones del día de hoy, y que constituyen el registro kármico del ser humano. Desde el descubrimiento de Plutón, se ha avivado muchísimo el interés por el más allá, la percepción extrasensorial y la reencarnación, y en la actualidad estos temas se discuten ampliamente”, sostiene Joan Hodgson.
Plutón, en suma, nos proyecta hacia el mundo de lo trascendente, incitándonos a interrogarnos sobre el sentido de la vida y de la muerte.
Fuentes consultadas
Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, Barcelona, José Espasa e Hijos Editores, Tomo XI.
Escobedo, J.C. Diccionario Enciclopédico de la Mitología, Barcelona, Editorial De Vecchi, 1985.
Graves, Robert. Los mitos griegos, Tomo I, Madrid, Alianza Editorial, 1985.
Hodgson, Joan. Astrología: la ciencia sagrada, Buenos Aires, Kier, 1997.
Sasportas, Howard. Las doce casas, Barcelona, Urano, 1987.
es.wikipedia.org