Nicolás Copérnico y el heliocentrismo
- Por Miguel Ruffo
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Hoy se cumplen 550 años del nacimiento de Nicolás Copérnico, astrónomo polaco que postuló el heliocentrismo como modelo explicativo de los movimientos planetarios. La obra de Copérnico no fue un acontecimiento intelectual socialmente aislado.
Contemporáneo de Erasmo, Lutero, Galileo, Giordano Bruno, Cristóbal Colón y Paracelso, entre otros, Copérnico formó parte de una de las más importantes revoluciones científicas y sociales en la historia del mundo occidental que conocemos con el nombre de Renacimiento. Las transformaciones intelectuales de los siglos XV y XVI se caracterizaron por un renovado interés por el pensamiento crítico, cuestionador del método de autoridades que tenía en la Biblia y en Aristóteles sus fundamentos cognoscitivos. Durante dicho período se buscó, a través de la producción teórica, la observación de los procesos naturales y el método experimental, una nueva concepción del universo.
La actividad fundamental de Copérnico fue la astronomía. En las torres de Heilsberg, Allenstein y Frauenburg realizó observaciones del Sol, la Luna y los planetas y fue elaborando su obra imperecedera: De Revoluctionibus Orbium Coelestium Libri VI. En ella marca una revolución: la sustitución del geocentrismo por el heliocentrismo.
Dos eran los principales supuestos de la astronomía geocéntrica cuyo principal divulgador fue Claudio Ptolomeo, griego que vivió durante el siglo II: 1) la Tierra era el centro inmóvil del universo y 2) los astros (Sol, Luna, planetas, estrellas) se movían circularmente alrededor de la Tierra. Dice Owen J. Gingerich: “En la época del astrónomo polaco la astronomía geocéntrica llevaba reinando más de 1.000 años; su éxito se debía a que concordaba perfectamente con la imagen que el hombre tenía de sí mismo y con la física primitiva de Aristóteles. Cierto es que los prelados instruidos advertían que la Semana Santa llegaba demasiado pronto en el calendario anual, y unos pocos astrólogos sabían que la posición de los planetas divergía a veces en varios grados, de la que podía preverse con las tablas basadas en la venerable teoría de Ptolomeo. Pero, a decir verdad, la astronomía siguió enfrentada después de Copérnico con tantos problemas como antes, ya que el calendario continuó siendo el mismo y las previsiones sobre los planetas apenas mejoraron”.
De Revolutionibus… está dividido en seis libros. El primero, donde se explica la teoría heliocéntrica, es el más importante. Copérnico trata en él de la esfericidad de la Tierra. Explica el movimiento diurno por la rotación de nuestro planeta alrededor de su eje en el lapso de 24 horas, preanuncia la teoría de la gravitación universal y, por sobre todo, expone el nuevo orden del mundo al sostener que el Sol es el centro de los movimientos planetarios. La Tierra es un planeta que en torno al Sol describe, al igual que el resto de sus acompañantes, una órbita circular. El Libro II es un tratado de geometría del espacio y trigonometría. En el Libro III se ocupa del movimiento de traslación de la Tierra. En el IV, se ocupa de la Luna. En el V, el tema es el movimiento de los cinco planetas diferentes a la Tierra. Por último, el VI trata de las latitudes.
¿Cuáles fueron las causas de la nueva concepción del universo? El problema de los movimientos planetarios, derivados de sus posiciones retrógradas, ya era conocido por los astrónomos antiguos. Precisamente, el complicado sistema de epiciclos, ecuantes y deferentes de Ptolomeo estaba destinado a resolver los movimientos planetarios en desplazamientos circulares alrededor de la Tierra. Los desfasajes entre las posiciones planetarias previstas en las tablas astronómicas, elaboradas en base a la astronomía ptolemaica, y las posiciones reales de los planetas en la esfera celeste, eran conocidos desde mucho antes de Copérnico. No podemos atribuir la “revolución copernicana” a una cuestión circunscripta a problemas matemáticos o geométricos vinculados a la astronomía planetaria. El nuevo sistema del mundo era el resultado de cambios radicales en la concepción de la relación entre el hombre y el cosmos.
Como señala también Gingerich la obra del astrónomo polaco “se hallaba impregnada de un sentimiento eufórico de la belleza” y “una concepción estética guiaba a Copérnico en su análisis del universo celeste”. Transcribimos un pasaje del difusor del heliocentrismo que ilustra lo enunciado por Gingerich: “En este templo, el más hermoso que existir pueda ¿quién encontraría para esta luminaria un lugar diferente o mejor que aquél desde el cual ilumina simultáneamente todas las cosas? Así descubrimos una maravillosa simetría del universo y un concatenamiento armoniosamente determinado que no podría producirse de otra manera. Tal es la inmensidad de esta obra divina del Todopoderoso”. Y más adelante: “Hay quienes lo llaman con razón la luminaria del mundo, otros lo consideran su espíritu y otros más su gobernador. Hermes Trimegisto lo califica de dios visible y en la Electra de Sófocles dice de él: Él ve todas las cosas. Porque el Sol es quien en verdad gobierna la familia toda de las estrellas en movimiento, sentado en su trono regio”.
El sistema copernicano se nutre de las teologías solares y de pensamientos filosóficos como el de Pitágoras y Platón. Recordemos, también que entre los egipcios y bajo las denominaciones de Ra, Atum y Keprí, el Sol era adorado como un dios. Por otra parte, Pitágoras, que había estudiado en templos egipcios, colocaba en el centro del universo a un Fuego, del cual el Sol no era sino su reflejo. Aristóteles dice que los pitagóricos creían en el movimiento de la Tierra alrededor del Sol. Copérnico afirmó que la idea de la rotación de la Tierra alrededor de su eje le vino al leer en Cicerón que un tal Aycetas de Siracusa había hablado del movimiento diurno de la Tierra. Pitágoras, al igual que los sacerdotes de Memphis, sostenía que los planetas salidos del Sol giran a su alrededor. Para Platón, según se lee en República, la idea del bien es la base de la ciencia, la ética y la política, y el Sol, que es la causa de la luz y de la visibilidad, es análogo a la idea del bien. Mientras que esta, en el mundo inteligible, torna aprehensible al conjunto de las ideas, el Sol, en el mundo sensible, torna visible al conjunto de las cosas. Una estética solar actuó como factor impulsor en el cambio de las concepciones cósmicas. Dice José Babini: “Es opinión corriente que la ‘revolución copernicana’ significa el trascendental cambio del geocentrismo por el heliocentrismo, de la Tierra fija a la Tierra móvil. Sin embargo, de atenerse a los escritos de Copérnico, ese cambio fue más una consecuencia que un punto de partida, más un efecto que una causa. Esta ha de verse en cierto pitagorismo latente en el espíritu de Copérnico, en su afán hacia la construcción de un cosmos ordenado y lógico, eliminando de él todo rasgo de empirismo y de irracionalidad, tal como mostraba el sistema de Ptolomeo”.
En el Almagesto, tratado de astronomía escrito por Ptolomeo, el Sol era uno de los siete planetas. En De Revolutionibus… pasa a ser el centro del universo. Este viraje, como vimos, tiene sus raíces en una concepción mística, de naturaleza pitagórica, y no en causas de orden físico. Los movimientos planetarios venían a simplificar los múltiples movimientos de las esferas, el sistema del mundo ganaba en sencillez, pero, a un mismo tiempo, la circularidad de los movimientos planetarios del sistema copernicano muestra no solo los resabios artistotélico-ptolemaicos, sino también la concepción estético-mística que consideraba al círculo como la figura perfecta o la geometría propia de lo celeste.
Los hombres que creyeron que la Tierra era tan solo un planeta que giraba alrededor del Sol valoraron de una manera diferente su ubicación en el marco cósmico. Era lo mismo considerarse el centro de la creación divina que pensarse como el habitante de un pequeño planeta que no tenía posición privilegiada alguna y que vagaba, como los otros planetas, sobre un fondo de estrellas. La revolución copernicana fue una transformación radical en el campo de las ideas, una transformación en el concepto del universo que tenía el hombre hasta aquel momento y, por ende, una transformación en su relación con los espacios estelares.
Fuentes consultadas
Babini, José (1969). Historia de la Ciencia, la Astronomía Renacentista, Buenos Aires, CEAL.
Gingerich, Owen J. (1973). “Los Albores del Pensamiento Moderno”, en AA.VV. “Copérnico y la génesis del pensamiento moderno”, El Correo de la Unesco.
Ruffo, Miguel (1993). “Historia de la Astronomía: La Astronomía Renacentista I”, Revista Astronómica, N° 249, Septiembre de 1993.
Ruffo, Miguel (1994) “Historia de la Astronomía: La Astronomía Renacentista II: Copérnico”, Revista Astronómica, N° 250, Abril de 1994.