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TRAS CARTÓN   La Paternal, Villa Mitre y aledaños
 8 de septiembre de  2024
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Marco Polo y su descubrimiento del Oriente

Marco Polo y su descubrimiento del Oriente

Se cumplen hoy 700 años del fallecimiento de Marco Polo, mercader y viajero veneciano, famoso por los relatos que se le atribuyen sobre su viaje por Oriente. Acompañó a su padre y a su tío a China atravesando territorios de Armenia, Persia y el desierto de Gobi. Al retornar de su periplo fue capturado por los genoveses, rivales de los comerciantes de Venecia, y en prisión le dictó al amanuense Rusticello de Pisa el relato de sus peripecias, conocido a posteriori como El libro de las maravillas del mundo. Había nacido el 15 de septiembre de 1254.

A partir del siglo XI el occidente europeo inicia un período de renacimiento comercial y urbano. Una mayor división social del trabajo, el desarrollo primero incipiente de los mercados, el resurgir de las ciudades, el despuntar de las artesanías, la migración hacia los nuevos centros urbanos, todo fue configurando una nueva economía mercantil y monetaria. El comercio a distancia, particularmente el comercio con Oriente, hizo del capital comercial la variable dominante de la nueva economía. Al relacionar mercados con costos sociales diferenciados en lo que hace a la producción de mercancías, el acceso monopólico que el capital comercial tenía a esos mercados le permitieron obtener ganancias extraordinarias. Mientras el mar Mediterráneo fue el principal eje en los intercambios entre Europa y Oriente, las ciudades italianas (Venecia, Génova, Florencia) estuvieron en condiciones de monopolizar esos intercambios.

Al tiempo que Europa atravesaba por esos cambios, en Asia asistimos a la formación del Imperio Mongol de Gengis Kan. Los nómades mongoles, diestros y aguerridos jinetes, se expandieron hacia China subordinando a su civilización agrícola y sedentaria a la dinámica del nómade guerrero. Luego siguieron su expansión hacia el Asia Central, Rusia, Ucrania, Polonia y centro de Europa. El papado se alarmó y pensó en expediciones a Oriente para cristianizar a los mongoles. Así era el mundo en que vivió Marco Polo.

Los Polo eran una rica familia de comerciantes cuyo centro era Venecia, desde donde se estaban expandiendo hacia el este. En la región del bajo Volga se relacionaron y comerciaron con el kan mongol del kipchak, que era una suerte de confederación tribal. Se les propuso viajar al reino del Gran Kan donde podrían obtener numerosos bienes. Los hermanos Polo (padre y tío de Marco) aceptaron la propuesta. Después de un año de viaje llegaron a la corte imperial. Cuenta el historiador Ugo Tucci que Kublai Kan, quinto y último gran kan del Imperio mongol que fundó Gengis Kan y primer emperador de la dinastía Yuan, los interrogó sobre la forma de gobierno de los emperadores, las órdenes militares, la iglesia romana y el Papa, y que las respuestas de los Polo lo entusiasmaron al punto que los envió a la sede apostólica como sus embajadores, junto a un ‘barón’ tártaro. El encargo era que regresaran acompañados de cien eclesiásticos expertos en las llamadas “siete artes liberales” –la gramática, la retórica, la lógica, la geometría, la aritmética, la música y la astronomía–, y que una vez de vuelta fueran capaces de demostrar a sus súbditos que la ley cristiana era superior a todas las otras.

Nicoló y Mateo Polo –padre y tío de Marco– tardaron tres años en regresar a Venecia, en parte por las oportunidades comerciales que se les presentaron. Ya en la Ciudad de la Laguna, Nicoló se encontró con que su mujer había muerto y su hijo, Marco, tenía ya quince años. “Y Maese Nicoló y Maese Mateo, con Marco, hijo de Maese Nicoló, se pusieron en camino, y tanto cabalgaron en invierno y en verano, que llegaron ante el gran Kan, que entonces se encontraba en una ciudad llamada Kemenfú, muy grande y rica”, se lee en El Libro de las Maravillas.

Marco observó minuciosamente las características que tenían las regiones por las que iban avanzando. Sus notas no se refieren solo a las prácticas comerciales, sino también a las costumbres, a los usos que constituían la vida cotidiana de esos pueblos y a todo lo que desde lo histórico y desde lo geográfico podía resultar relevante. Cuenta Tucci que “Kublai acogió muy honorablemente a los Polo”. Y agrega: “Los invitó a permanecer en su corte y en seguida demostró su predilección por Marco, tratándolo con tanta intimidad que suscitó la envidia de otros altos dignatarios”.

El regreso a Venecia llevó a Marco a una experiencia dolorosa. Los genoveses lo tomaron prisionero. Sin embargo, a ese desagrado debemos su narración. En el contexto de la guerra económica entre Venecia y Génova, hallándose apresado, se dieron las bases de su “creatividad literaria”. En la cárcel tuvo como compañero a Rustichello de Pisa, modesto artesano de la pluma y que por ende se las ingeniaba para escribir. Marco le dio los apuntes que había tomado a los largo de su periplo por Asia con la finalidad de que los ordenase para que tuvieran una lectura accesible. Se llamó Descripción del Mundo o Libro de las Maravillas del Mundo o Libro del Milione, sobrenombre de Marco.

Europa descubre otro mundo, otras costumbres, algunas de ellas vinculadas a la condición básica del hombre, como son las inherentes a la conducta sexual y el amor. Así, en Birmania, se encontró con la costumbre de que las mujeres eran puestas a disposición del huésped por parte del dueño de casa. En el Tibet vio que una mujer es valorizada por sus numerosas relaciones sexuales prematrimoniales. Al contrario, en China, la mujer debía probar su virtud, manteniéndose virgen hasta el momento de contraer nupcias.

Pero iban a ser de mayor impacto para el occidente europeo, otra clase de hallazgos que también deslumbraron a Marco Polo. Vio en China “arder las piedras como leñas”, según relata Tucci. Y amplía: “En la región del Altai ha visto la salamandra que resiste al fuego; sobre las orillas del mar Caspio, una fuente de aceite combustible; en Sumatra, el fabuloso unicornio; aquellas maravillas de Oriente hoy nos son familiares y las llamamos carbón vegetal y amianto, rinoceronte y petróleo”. Sobre Japón, país que no pudo conocer directamente, Marco decía que era una isla donde se encontraba todo el oro de Oriente. Era el Cipango, el país del Sol Naciente, donde el oro fluía a raudales. Esa idea perduraría en el tiempo hasta tal punto que en el siglo XV Cristóbal Colón buscaba el Cipango por esa mentada riqueza aurífera.

Unicornio, piedras que arden, aceite combustible eran maravillas. Eran “realidades” que no encajaban dentro de los conocimientos científicos y no científicos que tenían los europeos. Marco estaba dispuesto a admitir todo lo que se pareciese a la imagen tradicional de Asia en la medida en que no entrasen en contradicción con sus observaciones y experiencias. La observación puntual, el registro detallado, era lo que llevó a Marco a conocer “las distintas razas humanas y todas las grandes particularidades de las comarcas del Oriente”. Nunca debemos perder de vista, para comprender la narración de Marco, que nos encontramos ante un relato donde el europeo descubre un Mundo Nuevo, una coherencia distinta, una realidad concreta diferente y que por lo tanto lo asombra. Así, los cocodrilos del Karagian son “grandes como un gran tonel” y las cinco especies de grullas y la sorprendente jirafa son minuciosamente descriptas en su relato.

Al asombro ante lo natural le seguía el asombro ante lo social. Las ciudades provocaban su entusiasmo. Dice que en ellas era posible encontrar “las mejores cosas del mundo”. Ciudades como las de China estaban atestadas de gente y de riquezas. También definía a el Kan como “el más perfecto de los alquimistas” y quien “había encontrado la piedra filosofal transformando en dinero la corteza de los árboles”. Es el primer contacto que el europeo tiene con el papel moneda. ¿Cómo un papel podía valer? ¿Cómo se podía comprar con un papel? Marco no llegó a comprender la relación del papel moneda con el dinero (oro).

Las noticias biográficas que se tienen de Marco después de alcanzar su libertad y regresar definitivamente a Venecia son escasas. ¿Fue un gentilhombre o un comerciante? No lo sabemos. Tucci concluye: “A. J. H. Charrington, que ha dedicado un amplio comentario a el Milione, ha vaticinado que dentro de algunos siglos el nombre de Marco Polo se unirá a los de Homero, Heródoto, Confucio y todos los otros benefactores de la humanidad. Con menos énfasis, pero con mayor eficacia, Humboldt lo definió como el más grande viajero terrestre de todos los tiempos”.

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