Leandro N. Alem: la fuerza de la palabra
- Por Miguel Ruffo
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Hoy se cumplen 180 años del nacimiento de Leandro N. Alem, el fundador de la Unión Cívica Radical. A propósito de la fecha, reproducimos aquí un artículo que realizamos para la edición impresa de Tras Cartón de marzo de 1996, que llevó como título “Natalicio de Leandro N. Alem”.
Leandro N. Alem nació el 11 de marzo de 1842. Fue hijo de Leandro Antonio Alem, un pulpero amigo de mazorqueros y miembro de la policía rosista. Su mundo de la infancia fue el mundo de la pulpería, el mundo de las orillas de Buenos Aires, de la Plaza Once de Setiembre y del barrio de Balvanera. En la pulpería: el vino, la vinagrada y la ginebra; el truco y la cebadora de mate; la chinita, el gaucho matrero y la “mujer de la vida”. Después de Caseros, su padre es ejecutado por mazorquero y rosista. Esta sombra política pesó siempre sobre la familia de Alem. Él fue el sostén de su madre y sus hermanos.
Desde joven aprendió a usar la fuerza de la palabra. Tanto oral como escrita. Largo fue su camino desde la poesía hasta los discursos parlamentarios pasando por la arenga callejera, los artículos periodísticos y su tesis doctoral. Militó en el autonomismo. Adolfo Alsina fue su mentor. El doctor Alsina, los caudillos autonomistas, tenían una base popular orillera; a diferencia de los mitristas, “elite decente” que no se codeaba con la plebe de los suburbios. No es que los alsinistas o autonomistas no fuesen terratenientes y profesionales, antes al contrario, solo que a diferencia de sus oponentes mitristas estos caudillos tenían a sus comités más arraigados entre los sectores populares urbanos. Adolfo Alsina fue orador y Alem lo admiraba, como también admiraba a Moreno, “el escritor político de Mayo”, a Monteagudo, “el periodista político de mayo” y, entre sus mayores, a Sarmiento, el civilizador y docente.
Son los años setenta. La presidencia la ejerce Avellaneda. Los grandes de la política apuntan a la unificación en un solo partido nacional de las distintas fracciones de la elite. Entre los jóvenes autonomistas –allí estaba Alem– palpitaba el espíritu de Mayo y la Carta Magna. Reivindicaban la libertad de sufragio y la transparencia de los comicios oponiéndose al fraude. Querían que las instituciones republicanas funcionasen en la plenitud de su legalidad. Reclamaban la autonomía de los municipios y la elección de los jueces de paz, el reparto de tierras y la colonización, la educación y la industria. Se lanzan a disputarle a los grandes de la política los cargos electivos. Constituyen el Partido Republicano. La candidatura de Aristóbulo del Valle a la gobernación de Buenos Aires es derrotada. El partido rápidamente se desintegra. El autonomismo tradicional, porteñista, de Carlos Tejedor, enfrenta a las autoridades nacionales.
Es la crisis del 80. Avellaneda federaliza Buenos Aires. Poco después Julio A. Roca es elegido presidente. La década del 80: “orden y progreso” es su lema. La paz administrativa garantiza la expansión económica: inmigración, colonización y aparcerías, ferrocarriles, puerto, bancos empréstitos, exportaciones, el gran boom y luego la crisis de 1890. Crisis económica y política, crisis de progreso. Así se la analizó porque las inversiones de capital todavía no podían redituar los beneficios esperados por los inversores.
La Argentina se encuentra en virtual cesación de pagos con el exterior. Se necesita ordenar las cuentas fiscales. El “Único”, Juarez Celman, con sus negociados y peculados, sus emisiones clandestinas de dinero, su ruptura con el grande de la política, el gran elector de la Argentina del 80, Julio A. Roca, no podía garantizar el orden económico y político. La juventud opositora, en el Frontón de la calle Florida, había constituido la Unión Cívica de la Juventud en 1889. El centro de su reivindicación política: la libre emisión del sufragio, elecciones limpias, moralidad institucional. Allí está Leandro N. Alem. Arrancando con su oratoria los aplausos de la juventud. Al año siguiente adhieren a la Unión Cívica de la Juventud los grandes de la polítca: Roca y Mitre. También los católicos de Manuel Estrada, enemistados con el roquismo y el juarismo por su laicisimo, adhieren a la oposición.
Julio de 1890: Revolución del Parque. El pueblo no participa del levantamiento cívico-militar. Alem advierte que en ello reside su debilidad. Los regimientos sublevados comandados por Luis María Campos son derrotados. Juarez Celman derrotó a los levantiscos pero su gobierno estaba herido de muerte. El “Único” cae y la presidencia la asume el vice: Carlos Pellegrini. Nuevamente, el acuerdo de los grandes en el gobierno de Pellegrini. Alem impugna el acuerdo y proclama la “democracia radical”. Nace la Unión Cívica Radical.
1892: nuevas elecciones. Los acuerdistas, después de impugnar a Roque Sáenz Peña como candidato a presidente, apoyan a su padre, Luis, acompañado de Evaristo Uriburu. Alem es elegido senador. Revolución en Buenos Aires. El caudillo Yrigoyen toma Temperley pero n avanza sobre La Plata. Al años siguiente, revolución en Entre Ríos, en la zona de las colonias y de los productores agrarios. Alem participa. Es encarcelado. Yrigoyen no apoya. Finalmente se respetan los fueros de Alem y es puesto en libertad. En 1895 se suicida.