La rebelión de los obreros de Lyon
- Por Miguel Ruffo
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Se cumplen hoy 190 años de la rebelión de los trabajadores de Lyon, consignada por Friedrich Engels en Antidühring como “la primera insurrección obrera”.
Francia ha venido marcando desde la revolución de 1789 las formas más clásicas de las luchas políticas de clase. En 1789, la mayor de las revoluciones burguesas; en 1830, después de la restauración borbónica tras la derrota de Napoleón en 1815, una revolución popular desplaza a la restaurada aristocracia y lleva al poder a la burguesía financiera. Revolución popular, decimos, porque son los trabajadores los que luchan en las calles, en las barricadas, los que conducen a la caída de los borbones, al derrocamiento de Carlos X, pero el poder queda en manos de la facción más elitista de la burguesía. El pueblo ha luchado en las calles contra la aristocracia terrateniente, pero el poder ha caído en manos de los banqueros. Por eso, Luis Felipe de Orleans, el nuevo monarca, representa el reinado de los banqueros. Años más tarde, en 1848, tendremos una revolución democrática y con atisbos de “socialismo” no solo en Francia sino en el conjunto de Europa.
La insurrección de Lyon del 21 y 22 de noviembre de 1831 se inserta dentro de estos vastos movimientos revolucionarios indicando una instancia donde los obreros, particularmente los trabajadores de la seda, salieron a enfrentar a la burguesía expoliadora quedando por brevísimo tiempo como dueños de la ciudad de Lyon.
Para comprender este acontecimiento, lo primero que tenemos que señalar es que, hacia 1830, Francia ya asiste a una revolución industrial. Ciertamente retrasada respecto de Inglaterra, pero ya con la suficiente fuerza como para ir modificando, en lo interno, las condiciones sociales del trabajo y su retribución, y en lo externo, la competencia con Inglaterra por los mercados coloniales y dependientes.
Lyon era un viejo centro de la industria textil. Las largas jornadas laborales que en algunos sitios llegaban a las 18 horas, los salarios misérrimos, las máquinas sustituyendo el trabajo humano, el hacinamiento como nota dominante de sus condiciones de vida son, en su conjunto, las causas que operan como sustrato de las reivindicaciones obreras. Si en 1795, en el contexto de la revolución clásica de la burguesía, ya despuntó con la Conspiración de los Iguales de Cayo Graco Babeuf la anticipación de los movimientos proletarios y de la revolución de los comunistas, en 1831, ya con un proletariado más formado que ha pasado por la experiencia de la revolución de 1830, en la que dejó vidas en las calles pero el poder cayó en manos de la burguesía financiera, se asistirá a un despertar de la conciencia y a una ciudad cuyas calles caen en manos de los trabajadores.
En Lyon el mundo del trabajo tenía como representante típico al canut, vale decir, al tejedor lyonés. La estructura de la producción era articulada por un capitalista, generalmente un comerciante que, como propietario de la materia prima, la entregaba al trabajador a domicilio para ser transformada por medio del trabajo en un tejido. Por consiguiente, no toda la industria lyonesa se desarrollaba en fábricas, sino que parte de la misma aún revestía las formas de la “industria a domicilio” que formó parte de la transición del feudalismo al capitalismo.
Ya señalamos que las condiciones de trabajo eran duras; así, en las manufacturas del algodón y de la lana, la jornada laboral era de 15 a 17 horas. La insalubridad era la nota dominante en los talleres (en las hilanderías del algodón el aire era irrespirable), donde los capitalistas no invertían suma alguna en las condiciones de higiene y seguridad laboral. A esto cabe sumar el trabajo infantil: niños agotados por el trabajo prolongado que durante horas debían estar de pie junto a la máquina succionadora de las energías humanas y, si a ello le sumamos una subalimentación crónica, tendremos luego la realidad de jóvenes físicamente “ineptos”. Junto a las zonas donde se concentraba la producción aparecían, por consiguiente, las viviendas hacinadas. Los alquileres alcanzaban sumas exorbitantes, consumían gran parte del salario y eran un terreno fértil donde especuladores de toda laya esquilmaban a la familia obrera que, después de haber sido explotada en los talleres, debía sufrir las exacciones de los propietarios de las viviendas. Si es que se las puede llamar viviendas, ya que en una habitación vivía una familia de cinco o seis miembros y hasta a veces dos grupos familiares. Se trataba de una habitación húmeda, no aireada, fría en invierno y extremadamente cálida en verano.
En 1829 se produce una crisis económica cuando el rey Carlos X pretende indemnizar a la aristocracia terrateniente por los bienes nacionalizados durante la revolución francesa. Esto agudizó los enfrentamientos entre la aristocracia y la burguesía. La revolución de 1830 se llevó puesta a la aristocracia, y las experiencias de las jornadas de julio de dicho año hicieron comprender a muchos obreros su situación de aislamiento y que solo uniendo sus individualidades podían constituirse en una fuerza social capaz de incidir en el curso de las luchas económicas y políticas.
Guarnicioneros, carniceros, ebanistas protagonizan luchas por el salario y la limitación de la jornada de trabajo. En París, se registran huelgas de tipógrafos. En Darnetal, huelgas de hilanderos en contra del trabajo nocturno. Son luchas en las que se desarrollan organizaciones obreras, tanto mutuales como gremiales, y donde aparece un periodismo obrero como forma de difusión de las luchas proletarias. En Lyon, son los periódicos El eco de la fábrica, El eco de los trabajadores y La tribuna proletaria. Toda la situación social llevaba a un levantamiento obrero. Una mayor maduración diferenciaba a los obreros de Lyon de aquellos otros trabajadores que habían participado de las jornadas revolucionarias que agitaron a toda Francia entre 1789 y 1795. Los obreros de Lyon se apoderaron del municipio. El ejército abandonó la ciudad. La propiedad privada y las personas fueron respetadas. ¿Qué hacer? ¿Se debía constituir un gobierno de la insurrección? Había vacilaciones. Todo ello revela, a pesar de la mayor madurez política, una debilidad en lo que hace a una conciencia de clase. Y mientras los obreros eran, de hecho, los dueños de la ciudad, el gobierno de los banqueros movilizó desde otros puntos de Francia al ejército para recuperar el control de la ciudad.
El levantamiento de los tejedores de Lyon fue reprimido y sofocado, pero su lucha se destaca dentro del conjunto de las luchas de clases en Francia como un jalón, un hito, que facilitó, hacia el futuro, una mayor conciencia política, y ello incidiría no solo en las luchas políticas francesas sino en aquellas que se desplegarían en toda Europa.
Fuente consultada
Bonaudo de Magnani, Marta. “¡Vivir trabajando o morir combatiendo!”, en Pla, Alberto J. Historia del movimiento obrero, Vol. 1, Buenos Aires, CEAL, 1986.