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TRAS CARTÓN   La Paternal, Villa Mitre y aledaños
 16 de octubre de  2024
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La Comuna de París, una derrota gloriosa

La Comuna de París, una derrota gloriosa

Se cumplen hoy 150 años del establecimiento de la comuna de París, el primer poder obrero en la historia.

La lucha de clases en Francia vino marcando el ascenso, la crisis y los antagonismos de la sociedad burguesa desde la gran revolución de 1789. Esta fue la revolución clásica de la burguesía y en sus postrimerías se produjo la llamada “Conspiración de los Iguales” como anticipo de la época de las revoluciones proletarias. En las revoluciones de 1830 y 1848, lo que se conoce como “república social” señalaría el antagonismo entre el capital y el trabajo. Finalmente, con la Comuna de París en 1871, el proletariado alcanzaría en forma temporaria el poder.

En 1870, la Francia del Segundo Imperio, con Napoleón III, se encontraba en guerra con la Prusia de Bismarck, que estaba inmersa en su proyecto de unidad y formación del Estado nacional alemán. En Sedán fue derrotado el ejército imperial francés. Más de un tercio del territorio de Francia quedó ocupado por las fuerzas prusianas. En París, el 4 de septiembre, se desarrolla un movimiento contra el Imperio que trae consigo la proclamación de la III República. Se constituye un “gobierno de defensa nacional” de carácter burgués y que dependía en gran parte de la “guardia nacional”, mayoritariamente obrera. La burguesía controlaba el gobierno y la “defensa nacional” fue el eje de numerosos conflictos. Se anudó una contradicción entre la “cuestión nacional”, vale decir, la defensa de Francia, y la “cuestión social”, es decir, la lucha del proletariado contra la burguesía. Era una contradicción entre el “gobierno de defensa nacional” y la “guardia nacional”. La burguesía quería desarmar a los obreros y acordar con Bismarck. Esta conflictiva situación, muy propia de París, llevó a una situación en la cual el gobierno burgués se vio obligado a trasladarse a Versalles. El 18 de marzo el poder cayó en manos del proletariado y se formó, de hecho, la Comuna.

La mayor parte de los comuneros eran obreros y, desde el punto de vista ideológico, predominaban los partidarios de Louis-Auguste Blanqui y distintas corrientes anarquistas. La historia había creado la forma política en que habría de desplegarse la lucha por liberar a los trabajadores de la explotación del capital. “Últimamente, las palabras ‘dictadura del proletariado’ han vuelto a sumir en santo horror al filisteo socialdemócrata. Pues bien, caballeros, ¿queréis saber qué faz presenta esta dictadura? Mirad a la Comuna de París: ¡He ahí la dictadura del proletariado!”, decía Engels en 1891.

Los comuneros eran elegidos por sufragio universal. Eran responsables de sus actos y podían ser revocados en todo momento. La Comuna suprimió al ejército permanente y lo sustituyó por el pueblo en armas, es decir, por la guardia nacional; depuró y subordinó a la policía, ahora convertida en un organismo totalmente dependiente del gobierno comunal y, por ende, instrumento de este en las formas de dominación política. Se estableció que el salario de los representantes y funcionarios no podía ser superior al salario normal de un obrero. La Comuna suprimió la separación del poder legislativo respecto del ejecutivo, con la fusión del legislar y el ejecutar. Era, de hecho, una “corporación de trabajo”. Separó a la Iglesia del Estado, suprimió los sueldos de los sacerdotes y estableció el principio laico de la enseñanza, con lo cual también acabó con la dictadura de la sotana. Todas estas medidas implicaban el inicio del desmantelamiento del Estado burgués.

En el orden económico se apropió de las empresas que habían sido abandonadas por la burguesía y las convirtió en cooperativas obreras, pero cometió el error de no apropiarse de los bancos, con lo cual se privó de un instrumento financiero fundamental para su labor de gobierno y de defensa del poder obrero. En lo social, abolió el trabajo nocturno de los panaderos, suprimió el sistema de multas en las fábricas y prorrogó el vencimiento de las deudas contraídas para ganarse el apoyo de la pequeña burguesía.

Poco después del 18 de marzo de 1871, estallaron en Lyon y Marsella movimientos revolucionarios cuyo fin era proclamar nuevas comunas. “En realidad en Lyon y en Marsella, [Thiers] aplastó la revolución en nombre de la República, mientras en Versalles los bramidos de sus “rurales” ahogaban la simple mención de su nombre [vale decir el de la Comuna]”, señalaba Marx.

La Comuna no tuvo tiempo de desarrollar un sistema institucional a nivel nacional, pero bosquejó un proyecto de desarrollo de comunas en todas las ciudades de Francia que luego constituirían una federación de comunas. Cuando empleamos este término no debemos confundir la Comuna de París con las comunas medievales o con los sistemas de comunas de algunos Estados burgueses. La de París fue una forma de la dictadura del proletariado, mientras que aquellas fueron expresión del naciente poder de la burguesía. Un error fue no haber tenido la firme resolución de reprimir a la burguesía desplazada del poder, resolución que sí tuvo la burguesía que no vaciló en reprimir y matar obreros y comuneros cuando desde Versalles derrotó al París revolucionario. Lenin reseñó: “Cerca de 30.000 parisienses fueron muertos por la soldadesca desenfrenada; unos 45.000 fueron detenidos o condenados a trabajos forzados. En total, París perdió cerca de 100.000 de sus hijos, entre ellos, a los mejores obreros de todos los oficios”.

Los jalones de las luchas proletarias en Francia llevaron a Marx a decir: “La clase obrera francesa no es más que la vanguardia del proletariado moderno”. Pero la derrota de la Comuna de París le permitió a la burguesía sujetar políticamente a un proletariado rebelde y levantisco. Si en 1793 la Primera República nacía como resultado de la revolución burguesa y se asentaba en las luchas de la pequeña burguesía radicalizada conjuntamente con los trabajadores, es decir, se apoyaba en el conjunto del pueblo, en 1871 la Tercera República se consolidaba como una contrarrevolución burguesa frente al primer poder político del proletariado. El eje revolucionario en Europa se desplazaría hacia el este, hacia Rusia, como lo demostraría la revolución de 1905. Si el proletariado francés fue la vanguardia política del proletariado europeo a lo largo del siglo XIX, con la derrota de la Comuna se cerraba el ciclo de las revoluciones en el Occidente europeo y el despertar revolucionario de los obreros rusos convertiría a estos en la nueva vanguardia política del proletariado mundial.

¿Qué enseñanzas dejó la Comuna de París? En primer término, que el proletariado, para liberarse, debe conquistar el poder y que el Estado de la dictadura del proletariado es un nuevo tipo de Estado, donde el poder se “fusiona” con la clase proletaria. El proletariado no puede liberarse con la maquinaria política de la burguesía, debe destruir el poder estatal burgués y desarrollar un nuevo tipo de Estado accesible a las clases trabajadoras para reprimir los intentos restauradores de la burguesía. Y esta es una lección muy importante que dejó la Comuna: sus dudas y vacilaciones para reprimir a la burguesía fueron una de las causas de su derrota. Otra, su indecisión para apoderarse de los bancos y proveerse de un sistema financiero. Pero más allá de sus vacilaciones y errores, la Comuna brilla en la historia como el primer poder obrero. Fue derrotada, sí. Pero su derrota fue una derrota gloriosa.

Fuentes consultadas

Marx-Engels-Lenin. La Comuna de París, Buenos Aires, Editorial Anteo, 1975.

Michel, Louise. Mis recuerdos de la Comuna, Buenos Aires, Siglo Veintiuno, 1973.

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