La caída de la bestia parda
- Por Miguel Ruffo
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A 70 años de la derrota del nazifascismo alemán, repasamos las causas que promovieron su encumbramiento, así como también aquellas que determinaron su estrepitosa caída.
“La batalla de Berlín –la más grande de la guerra patria– coronó la victoria del ejército soviético. En la noche del 8 al 9 de mayo de 1945, en Karl Shorst se firmó el acta de capitulación incondicional de la Alemania hitleriana”, señala Andrei Grechko. Y agrega: “En la primavera de 1945, con la derrota de la Alemania fascista, culminaba la II Guerra Mundial en Europa. Su principal dimensión la da la Gran Guerra Patria del pueblo soviético que destruyó la máquina bélica hitleriana, limpió de invasores el solar patrio e hizo un aporte decisivo a la liberación de los pueblos del continente europeo de la esclavitud fascista”.
Para comprender el significado de la II Guerra Mundial –en particular en el ámbito europeo y específicamente de la batalla por Berlín– es necesario remontarnos a la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia. Este acontecimiento dio origen al primer Estado de obreros y campesinos, y de esta forma el mundo se dividió en dos sistemas: un sistema capitalista y un sistema soviético socialista. Lenin señalaba que la particular circunstancia de la “Gran Guerra” (la I Guerra Mundial) interimperialista había impedido a las potencias capitalistas oponer en lo inmediato un frente unido respecto de la revolución proletaria. Esta había triunfado en Rusia, pero maduraba en todo el continente europeo. Un conjunto de factores, cuyo análisis nos alejaría de los objetivos de esta nota, determinaron el fracaso de la revolución proletaria europea, y la Rusia obrera y campesina quedó aislada y cercada por el imperialismo. Para Lenin la coexistencia de los sistemas capitalista y soviético solo podía ser transitoria, serían inevitables los choques violentos entre uno y otro, y más tarde o más temprano uno de los dos tendría que desaparecer.
Para enfrentar a la revolución proletaria, el imperialismo forjó el fascismo y el nazismo. Ambos expresan la dictadura terrorista de los elementos más reaccionarios del capital financiero. “De 1924 a 1930 –prosigue Grechko– Alemania obtuvo empréstitos extranjeros por un valor superior a los 30.000 millones de marcos. El ingente potencial militar de que el fascismo disponía a comienzos de los años cuarenta no hubiera podido crearse sin la ayuda financiera y técnica de muchos estados imperialistas, sin su política de ‘apaciguamiento’ del hitlerismo. Este fue el crimen más horrendo del imperialismo ante los pueblos del mundo entero”. El nazifascismo fue forjado para dirigir su expansión y su guerra hacia el este, es decir, hacia la Unión Soviética, y para destruir al socialismo. Sin embargo, la necesidad de contar con los recursos materiales y financieros del conjunto de Europa para poder desplegar luego su ataque contra la Unión Soviética determinaron que la II Guerra Mundial se desencadenase como un enfrentamiento interimperialista, entre las potencias nazifascistas y las potencias “democráticas”.
Con casi todo el continente europeo ocupado por las hordas hitlerianas, la Alemania nazi y sus aliados fascistas desencadenaron la guerra contra el país de los soviets el 22 de junio de 1941. La estrategia militar de Hitler fue la conocida como “guerra relámpago”: le había permitido entre 1939 y 1941 ocupar la mayor parte de Europa, derrotando a los anglo-franceses, ocupando Francia, aislando a Inglaterra, extendiéndose hacia los Balcanes; en los planes de Hitler figuraba terminar con la Unión Soviética en una rápida campaña militar. A la “guerra relámpago” los soviéticos opusieron la “guerra popular prolongada”, y trabajosa y duramente fueron labrando la victoria: en 1941, la batalla de Moscú determinó la “quiebra del Tifón”, el fracaso de la “guerra relámpago”; Europa comenzaba a respirar; en 1942, en la batalla de Stalingrado, la gloriosa espada del Volga, derrotaron por segunda vez la estrategia hitleriana y su importancia llegó a tal punto que en el parlamento británico se izó la bandera roja; en 1943, en la batalla de Kursk, la mayor batalla de tanques de la II Guerra Mundial, los soviéticos derrotaron la tercera ofensiva nazi en el verano del año indicado; en 1944-1945 tenemos al soldado soviético libertador del territorio patrio alcanzando las fronteras de la Unión Soviética y penetrando en el oriente de Europa; y en 1945, la batalla por Berlín culminó con la bandera roja sobre el Reichstag.
¿Por qué la batalla por Berlín fue librada por el ejército soviético y no en forma conjunta con los aliados occidentales? Debemos tener en cuenta que sobre las espaldas de los soviéticos había recaído el peso principal de la guerra y que Stalin no estaba dispuesto a que los aliados occidentales le arrebatasen la palma de la victoria. Asimismo, y ya encontrándonos sobre el fin de la guerra en Europa, todavía no se habían disipado los temores de un armisticio con los aliados (en ello creían muchos oficiales alemanes) para que de esta manera los hitlerianos concentrasen todo su fuego en el frente soviético.
Es importante que reparemos en la importancia de Berlín. Como capital de Alemania, era el centro político y simbólico del nazifascismo. Allí, en un búnker construido bajo la Cancillería, se encontraba Hitler, y junto a él Goebbels, Borman y demás jerarcas nazis, incluida Eva Braun, la amante de Hitler, con la que se casaría poco antes del suicidio de ambos. El líder nazi pretendió convertir a Berlín en una Stalingrado, imponer un combate casa por casa, calle por calle; en su megalomanía creía aún en una contraofensiva, desplegada por ejércitos imaginarios... Se había propuesto resistir a toda costa el avance de las fuerzas soviéticas. ¿Cómo fueron esos días en Berlín?
La batalla de Berlín, la última de la guerra mundial en Europa, comenzó a desarrollarse el 16 de abril cuando los soviéticos iniciaron el asalto a las alturas de Seelow, al oeste de Kustrin. Era una lomada de unos 30 metros, donde los hitlerianos habían dispuesto un sistema defensivo. Cuando, al costo de numerosas vidas humanas, los soviéticos pudieron forzar esas alturas, penetraron y cercaron la ciudad. Los partidarios de una defensa hasta el último hombre eran los nazis recalcitrantes, entre los cuales había fascistas de otras naciones, además de los propios alemanes; las juventudes hitlerianas, jovencitos a los que Hitler en persona les entregaba una cruz de hierro como emblema del nazismo; pero también parte de la población que estaba aterrada por los crímenes cometidos por los nazis en la Unión Soviética.
Dice Gabriel Cardona: “Los soldados soviéticos conocían la obra de los alemanes en su país: habían fusilado, ahorcado y matado a millones de personas, incendiado las aldeas, aniquilado a las mujeres en trabajos forzados, tratado a los rusos como ganado, robado sus cosechas y sus vacas”. Por eso son comprensibles las instrucciones de los comisarios políticos a las tropas. “Entre ellos, no tardará en destacarse el escritor y publicista Ilya Ehrenburg, asiduo colaborador de Estrella Roja, órgano oficial del ejército soviético”, continúa Cardona. Y añade: “Desde el frente, Ehrenburg escribía incontables artículos inflamados de intensa crítica contra los alemanes y los aliados occidentales. Desconfiaba de la lealtad de estos a la causa liberadora; de aquellos subrayaba las atrocidades que habían cometido en su invasión a Rusia y convocaba a vengarlas en suelo alemán. ‘Berlín –escribía con poético énfasis Ehrenburg–, una palabra capaz de despertar a los muertos, puesto que significaba vida’. ‘¡Soldados del Ejército Rojo, ha sonado la hora de la venganza!’. Sus encendidas proclamas sobrevolaban todo el frente ruso, encarnando el arquetipo del intelectual comprometido con la revolución”.
Si bien hubo actos de violaciones de mujeres y saqueos, también es cierto que a medida que se iba ocupando la ciudad, los soviéticos se preocuparon por reorganizar los territorios, contando con la ayuda y el apoyo de los comunistas alemanes y demás antifascistas. Algunos de ellos se habían refugiado en la Unión Soviética después del ascenso del nazismo, otros fueron liberados de los campos de concentración de judíos, prisioneros de guerra, comunistas. Recordemos que Ernest Thälmann, el secretario general del Partido Comunista Alemán, había sido asesinado en un campo de concentración en 1944.
La lucha en sus etapas finales se centralizaba en torno a la Cancillería y el Reichstag. Fue difícil y costoso el avance hacia el centro del poder nazi. Tengamos en cuenta que Berlín presenta lagos, un río y formaciones boscosas; que los nazis habían organizado barricadas en las principales vías de acceso; que había, por ejemplo en el zoológico, torres de defensa; que el metro, donde se había refugiado parte de la población, fue inundado por los nazis. Mientras Hitler se suicidaba y su cadáver, junto al de Eva Braun, era quemado en el Reichstag, en sus pisos y salones se libraban los últimos combates. Los soviéticos daban el último gran golpe al nazismo y lo tomaban por asalto. Los símbolos del odiado régimen hitleriano eran volados con cargas explosivas ante el júbilo de los victoriosos soldados del ejército rojo. Y como punto final a un régimen que había sido creado para durar mil años, sobre las ruinas labradas bajo el peso de sus propios crímenes, flameaba orgullosa la bandera roja, cubierta de sacrificios y de gloria.
Para terminar: ¿qué le reportó al mundo el espíritu del fascismo? 50 millones de muertos, de los cuales 20 millones fueron soviéticos. 20 millones de vidas ofrendadas para liberar a la humanidad de la bestia parda. Fue una gran victoria de los pueblos, ante todo del pueblo soviético; de la derrota del nazifascismo surgiría el sistema socialista mundial.
Fuentes consultadas
Cardona, Gabriel. “Berlín: capital de la derrota” en Segunda Guerra Mundial. La caída de Berlín. Buenos Aires, Planeta, 2009.
Grechko, Andrei. “En el XXX Aniversario de la derrota del fascismo alemán. La gran victoria y sus enseñanzas históricas”, en Revista Internacional, marzo de 1975.
Motylski, Gabriel. Grandes batallas de la historia: La caída de Berlín. El fin de la guerra en Europa. Buenos Aires, Planeta, 2008.