La brevísima y fundacional Batalla de Caseros
- Por Miguel Ruffo
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Hoy se cumplen 170 años de la Batalla de Caseros, cuando las fuerzas comandadas por el gobernador de Entre Ríos, Justo José de Urquiza, integradas por efectivos entrerrianos y correntinos con divisiones de la República Oriental del Uruguay y del Imperio del Brasil, derrotaron a las fuerzas de Juan Manuel de Rosas, gobernador de la provincia de Buenos Aires.
Luego de que sus fuerzas se desbandaron pocas horas después de iniciado el enfrentamiento, Rosas se dirigió inmediatamente a la casa del Encargado de Negocios de Su Majestad Británica, don Robert Gore, y se embarcó luego en la fragata de guerra Centauro rumbo a Inglaterra, donde se exilió. Culminaba con la Batalla de Caseros un proceso que, en lo inmediato, se había iniciado un año atrás, cuando Urquiza le aceptó a Rosas su renuncia como Encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina y reasumió para su provincia, Entre Ríos, la plenitud de su soberanía tanto interna como externa hasta tanto se organizase políticamente la nación. Este hecho ha pasado a la historia como el Pronunciamiento de Urquiza, pero el concepto de pronunciamiento no le hace justicia a lo protagonizado por el caudillo entrerriano. En efecto, este concepto nos llevaría a pensar en Urquiza como un subordinado de Rosas, que se pronunció militarmente contra este y lo derrocó en Caseros. Pero Urquiza no era un subordinado de Rosas. Urquiza era gobernador de Entre Ríos y Rosas lo era de Buenos Aires. Desde el punto de vista jurídico, eran iguales o pares. Lo que diferenciaba al gobernador de Buenos Aires del resto de los gobernadores de las otras provincias de la Confederación Argentina (siempre desde un punto de vista jurídico) era su rol de Encargado de las Relaciones Exteriores de las Provincias Confederadas. Ahora bien, esta facultad no le había sido delegada al gobernador de Buenos Aires para siempre sino que debía serle renovada periódicamente. Cuando Urquiza le acepta a Rosas su renuncia (Rosas renunciaba periódicamente a ese cargo con la finalidad de que le fuesen renovadas esas facultades), actúa conforme a derecho, vale decir, conforme a las leyes que regulaban las relaciones entre las provincias, relaciones basadas en los pactos interprovinciales, en particular el Pacto Federal de 1831. Urquiza protagoniza una revolución constitucionalista porque subordina el conjunto de sus acciones al derecho, a la lucha por organizar constitucionalmente a la nación y a la defensa de la ley que juraría convocar el Congreso Constituyente, vale decir, lo que luego sería la Constitución Nacional de 1853.
Este proceso, como dijimos, se inicia en 1851, cuando a iniciativa de Urquiza la Legislatura de Entre Ríos resuelve: “1. Que es la voluntad del Pueblo Entrerriano reasumir el ejercicio de las facultades inherentes a su territorial soberanía, delegadas en la persona del Excmo. Sr. Gobernador y Capitán General de Buenos Aires, para el cultivo de las Relaciones Exteriores y dirección de los Negocios Generales de Paz y Guerra de la Confederación Argentina, en virtud del Tratado Cuadrilátero de las provincias litorales, fecha 4 de enero de 1831. 2. Que una vez manifestada así la libre voluntad de la provincia de Entre Ríos, queda en actitud de entenderse directamente con los demás Gobiernos del Mundo, hasta tanto que, congregada la Asamblea Nacional de las demás provincias hermanas, sea definitivamente constituida la República”.
Soberana la provincia de Entre Ríos, Urquiza inicia relaciones con las fuerzas coloradas que en Montevideo resistían a las fuerzas de Oribe, aliado de Rosas, y con el Imperio del Brasil, con el objeto de levantar el sitio de Montevideo. Queda estipulado que si Rosas actuaba contra alguno de los contratantes, la alianza de estos se volvería contra el gobernador de Buenos Aires. Era la guerra. Las fuerzas del Ejército Grande (Urquiza) avanzan sobre territorio de la provincia de Buenos Aires.
“Con una viril proclama”, reseña Beatriz Bosch, Urquiza estimula a sus fieles en la alborada del martes 3 de febrero: “¡Soldados! Hoy hace cuarenta días que en el Diamante cruzabais las corrientes del Paraná y ya estáis cerca de la ciudad de Buenos Aires, y al frente de nuestros enemigos, donde combatiréis por la libertad y la gloria. ¡Soldados! Si el tirano y sus esclavos os esperan, enseñad al mundo que sois invencibles, y si la victoria por un momento os es ingrata con algunos de vosotros buscad a vuestro general en el campo de batalla, porque el campo de batalla es el punto de reunión de los soldados del ejército aliado, donde debemos todos vencer o morir. Este es el deber que os impone a nombre de la Patria, vuestro general y amigo”·
En la batalla de Caseros se reveló la capacidad militar del entrerriano por el escaso número de pérdidas en sus filas y por lo contundente y rápida que resultó su victoria. Al conocerse la derrota de las fuerzas de Rosas, hubo en Buenos Aires hechos sangrientos. El desorden y el terror parecían haberse adueñado de los diferentes barrios. Pero pronto acudieron batallones al mando del general Virasoro con órdenes de fusilar en el acto a toda aquella persona que fuese sorprendida cometiendo actos delictivos.
Leonardo Paso se pregunta por qué Rosas fue derrocado tan fácilmente. Cree encontrar la respuesta en un conjunto de factores internacionales y nacionales.
En primer lugar, a mediados del siglo XIX, el capitalismo en Inglaterra se había extendido a nuevas industrias. Si en una primera fase la revolución industrial estuvo circunscripta a la industria del algodón, hacia la época que nos compete se había generalizado en otras ramas de la industria textil, como la de la lana. En el mercado mundial se instaló una demanda mayor de lanas y en Buenos Aires, desde mediados de la década del 30, se venía desarrollando la cría de ganado lanar. Esto dio origen en la provincia a una capa de ganaderos vinculados al lanar que se fueron enfrentando a aquellos ganaderos representados por el rosismo, que estaban vinculados al vacuno y a la producción de cueros y tasajo (carne salada). La caída de Rosas se produce en la transición del ciclo del cuero y del tasajo al ciclo de la lana, cuando esta se estaba por convertir en la principal mercancía exportable.
En segundo lugar, las fuerzas militares de Buenos Aires siempre fueron doblegadas por las fuerzas militares del litoral. La batalla de Caseros de 1852 no es una excepción en la historia militar argentina. En 1821, las fuerzas litoraleñas de Estanislao López y Francisco Ramírez habían derrotado en Cepeda a las fuerzas de Buenos Aires. En Caseros (1852), como venimos señalando, Urquiza derrotó a Rosas. En 1859, en la segunda batalla de Cepeda, Urquiza volvió a derrotar a Buenos Aires. Y si en 1861, en la batalla de Pavón, Buenos Aires se alzó con la victoria frente a Urquiza, ello se debió a un acuerdo político después del fracaso de la confederación urquicista en el proceso de formación del Estado nacional. Los caudillos se cansaron de derrotar a Buenos Aires; como ave fénix, esta siempre resurgía de sus cenizas dado su poder económico.
En tercer lugar, en Caseros, el enfrentamiento se da entre distintas facciones de la burguesía terrateniente. Los ganaderos del Litoral necesitaban sacarse de encima la intermediación monopólica que los ganaderos de Buenos Aires imponían a la relación de aquellos con el mercado mundial. Buenos Aires se oponía a la libre navegación de los ríos interiores de la Confederación Argentina. El litoral no podía valerse de sus puertos en el Paraná y el Uruguay para vincularse directamente con el mercado mundial consumidor de sus mercancías exportables (cuero y tasajo). El puerto de Buenos Aires se erigía como puerto único exclusivo y excluyente. La libre navegación de los ríos no era una demanda del Imperio del Brasil (aunque ello pudo haber jugado un rol), era una necesidad de las provincias litorales para garantizar su desarrollo económico. Asimismo, el enfrentamiento en Caseros de fracciones internas de una misma clase social, la burguesía terrateniente, explica las limitaciones de esta victoria del representante de los ganaderos del litoral sobre los ganaderos saladeristas de Buenos Aires para imponerle al país un curso de desarrollo contrario a los intereses de estos últimos.
En otro orden de cuestiones y para mencionar tan solo el correspondiente a la organización política, la batalla de Caseros separa el período de la no constitucionalidad del de la Constitución. Después de la sanción de la Constitución de 1853 y con el desarrollo de un Estado nacional se crearan nuevas relaciones de poder y los gobernadores provinciales, ahora sí, estarán subordinados a las autoridades nacionales.
Fuentes consultadas
Bosch, Beatriz. Urquiza y su tiempo, Buenos Aires, Eudeba, 1980.
Paso, Leonardo. Raíces históricas de la dependencia argentina, Buenos Aires, Cartago, 1975.