Fray Bartolomeo, sacerdote y artista
- Por Miguel Ruffo
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Hoy se cumplen 550 años del nacimiento de Fray Bartolomeo di Pagholo, pintor florentino de la época del Renacimiento. Su nombre original, y con el que se identificó hasta sus 28 años cuando se ordenó como fraile dominicano, era Baccio della Porta.
¿Qué fue el Renacimiento? Literalmente, re-nacer, “volver a nacer”, retornar a un pasado lejano en el tiempo que se presentaba como glorioso, como luminoso (racional), en contraposición a un pasado más inmediato que se manifestaba como una época de retroceso, de supersticiones, de “control de los monjes”. Se trataba de volver a la Antigüedad clásica (Grecia y Roma) en oposición a la desde ese momento llamada Edad Media. La oposición del par Edad Media-Renacimiento es lo que explica la dimensión espiritual de los hombres de los siglos XIV al XVI, período en que ubicamos el Renacimiento. ¿De dónde tomar las fuentes de las nuevas ideas si no es del cofre de la Edad Antigua? En esa edad se encontraba el pasado de los “italianos”, un pasado al que se podía acudir con orgullo y veneración. Era toda una cantera de la que se podían extraer las piedras con las cuales construir una nueva era.
El Renacimiento tuvo su origen en la ciudad de Florencia, ciudad que conoció un gran impulso en el campo de las artes y la literatura, y donde desarrolló su actividad Fray Bartolomeo. Estas expresiones en el ámbito de las formas de conciencia social eran el reflejo activo de un proceso de expansión tanto en lo comercial como en lo bancario y artesanal. Potentes familias como los Pitti, los Frescobaldi, los Strozzi, los Albizi se disputaban la supremacía en la ciudad. Muy pronto, entre todas ellas, sobresalió la de los Medici, familia de banqueros, donde Cosme I, fundador del linaje , se desempeñaría también como mecenas de las artes. Florencia se convirtió en la cuna de la nueva cultura, no solo italiana sino también europea. Fue el faro del humanismo y del Renacimiento. Una época de gigantes del arte como Leonardo da Vinci, Rafael y Miguel Ángel. Pero el Renacimiento no se limitó a estos genios, sino que fue un amplio movimiento que acunó toda una pléyade de grandes artistas. Y entre ellos se encuentra Fray Bartolomeo.
Señala el historiador Rudolf Chadraba: “De acuerdo con algunos grandes pensadores del Renacimiento superior se consideró a veces que todo el Renacimiento fue pagano y antirreligioso. No siempre fue así. No era fácil liberarse de los prejuicios religiosos y de la fe arraigada en la gente durante muchos siglos. (…) Algunas ciudades italianas –especialmente Roma, Siena y Florencia– obtenían ventajas de sus estrechas relaciones con el clero (…) Los florentinos (…) lograron así, hasta finales del siglo XV, el control casi exclusivo de los asuntos bancarios de la corte papal”. Con Bartolomeo nos encontramos con un sacerdote y con un representante del arte renacentista. Aprendió el uso de la perspectiva, la representación de la luz y de las formas del cambio en las obras de Rafael. Las figuras de sus pinturas son pequeñas y cubiertas, las luces y sombras de sus trabajos revelan una gran habilidad para representarlas, los colores expresan delicadeza y fue uno de los primeros pintores en valerse de maniquíes articulados para recrear la anatomía del hombre.
Examinemos ahora algunas de las obras de fray Bartolomeo.
La visión de San Bernardo fue pintada en 1504 para la capilla de Bernardo Bianco en la Abadía de Florencia. San Bernardo fue un abad cisterciense que vivió entre 1090 y 1153. Fundador del monasterio de Claraval, se convirtió en la figura religiosa y eclesiástica más importante del siglo XII. Su iconografía se desarrolló después de la segunda cruzada y los artistas representaron más las leyendas que se tejieron en torno a su vida que esta tal como se desarrolló. En la pintura de fray Bartolomeo, San Bernardo está representado con hábito blanco, de rodillas y con las manos en actitud de oración. Dirige su mirada a la Virgen que lleva al Niño Jesús entre sus manos. La presencia del paisaje, los volúmenes y el uso de los colores dan a esta pintura una dimensión renacentista, de temática sacra, reforzada por las figuras angelicales que rodean a la Virgen, así como también por los dos santos que acompañan a San Bernardo en la visión de la Virgen.
Dios Padre, Santa María Magdalena y Santa Catalina fue pintada en 1509 para la Iglesia de la Orden de Santo Domingo, llamada San Pietro Martire en Murano. Dios Padre, al centro y en el cielo, ocupa la parte superior de la composición. Está representado en posición sedente, sosteniendo con una de sus manos un libro abierto en cuyas hojas están escritas las letras alfa y omega: “Soy el principio y el fin” de todas las cosas, de todo el mundo. La otra mano está en actitud de bendecir. Dios Padre está rodeado de figuras angelicales que lo circundan entre las nubes celestiales de la primera persona de la Trinidad. A sus pies, y en el plano terrenal, se ven arrodilladas, a la izquierda, María Magdalena, que con su mano izquierda sostiene un copón y cuya mirada abstraída se dirige hacia abajo, y a la derecha, Santa Catalina de Siena, la fundadora de la segunda orden dominica, la correspondiente a las mujeres, es decir, a las monjas catalinas, quien dirige la mirada a Dios Padre y sus manos están con las palmas abiertas, acompañando en el gesto la dirección de su mirada; asimismo, se divisa un paisaje.
Santa Catalina de Siena vivió entre 1347 y 1380. Fue canonizada en 1461. A los dieciséis años fue admitida en la Orden de Santo Domingo. Como mística llevó una vida ascética. En Santa Catalina, de 1511, la vemos con el hábito en el momento de su matrimonio místico con Cristo. Sus representaciones, que fueron abundantes en el siglo XVI, encuentran en esta pintura de Fray Bartolomeo una expresión del arte del Renacimiento que hoy podemos ver en el Museo del Louvre de París.
La Piedad, de 1516, se encuentra en el Palacio Pitti de Florencia. Aquí nos encontramos con un tema reiterado no solo en el arte renacentista, sino también en el de su antecesor: el arte medieval. El tema se reitera: la madre que sostiene a su hijo muerto. Pero la resolución plástica es distinta. La representación de los volúmenes de las diferentes partes de los cuerpos, el uso de la perspectiva, el tenue paisaje hacia el fondo, el uso que se le da a los colores, todo ello nos coloca frente a una obra del Renacimiento. Cristo muerto ve su cuerpo sostenido por el dolor de María Magdalena, mientras la Virgen Madre apoya su rostro en la cabeza de su hijo, al que dulcemente acaricia con su mano derecha, mientras la izquierda sostiene el brazo exánime de Jesús. Una segunda María abraza los pies del Cristo muerto y apoya su cabeza entre las piernas de este. Toda la composición transmite dolor y pesar por la muerte del Salvador del Mundo.
En Presentación en el Templo, de 1516, vemos al sacerdote del Templo de Israel (el templo de Salomón) recibir de manos de la Virgen al Niño Jesús, mientras San José y otras dos mujeres –una de ellas arrodillada– contemplan la escena. Este motivo, también reiterado en la historia del arte occidental, nos remite a la siguiente historia, que así reseña Daniel Rops: “Cuando el Niño Jesús tuvo ocho días, plazo normal de espera, procediose a su circuncisión, según la vieja costumbre de sus antepasados, que, desde Abraham, tenía Israel como prenda de su alianza con Dios. (…) Por otra parte, los preceptos mosaicos imponían a las mujeres que acababan de dar a luz que fuesen al templo para purificarse, pues durante cuarenta días, si había parido un hijo, u ochenta, si era una hija, la madre permanecía impura (…) Tan solo San Lucas nos refiere la escena de la Presentación en el Templo, presagio del Cristo doloroso”.
Resulta paradójico que Fray Bartolomeo, representante del arte renacentista, pintase también un retrato del monje dominico Girolamo Savonarola. Fue este un sacerdote ciertamente fanático que, con la derrota momentánea de los Medici, asumió el poder en Florencia; luego de su asunción, las nuevas obras de arte, antes admiradas, fueron colocadas en la hoguera. Seguramente incidió en la realización del retrato el hecho de que tanto Fray Bartolomeo como Savonarola eran frailes dominicos. El Retrato de Girolamo Savonarola se encuentra junto a la que fuera su celda en el Convento y Basílica de San Marcos de la ciudad de Florencia.
Fuentes consultadas
Chadraba, R. y otros. Renacimiento y Humanismo, Buenos Aires, Cartago, 1965.
Duchet-Suchaux, Gastón y Pastoureau, Michel. Guía iconográfica de la Biblia y los Santos, Madrid, Alianza Editorial, 1996.
Rops, Daniel. Jesús en su tiempo, Madrid, Palabra, 1990.