“Exposición cabal de un momento argentino”
- Por Haydée Breslav
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Hoy se cumplen 75 años del estreno de Su mejor alumno, de Lucas Demare. Según el reconocido crítico Ricardo García Oliveri, la película fue muy bien recibida; así lo recuerda: “Las multitudes se encaminan al cine Ambassador [que estaba en la calle Lavalle] y a muchas otras salas de la época, ya desaparecidas, para ver a un Sarmiento vivo y muy parecido al que cada uno se había imaginado”.
Su mejor alumno fue una producción de Artistas Argentinos Asociados, con guion de Ulises Petit de Murat y Homero Manzi, basado en la Vida de Dominguito, de Domingo Faustino Sarmiento, fotografía de Bob Roberts, cámara de Humberto Peruzzi, música de Lucio Demare, sonido de Ramón Ator, escenografía de Ralph Pappier, compaginación de Carlos Rinaldi, y con Hugo Fregonese y Rubén Cavallotti como asistentes de dirección; los cuatro últimos llegaron a ser, a su vez, famosos directores.
En cuanto al reparto, estuvo encabezado por Enrique Muiño y Ángel Magaña, secundados por Orestes Caviglia, Norma Castillo y Guillermo Battaglia, y con Hugo Pimentel, René Mugica y Alberto de Mendoza, entre otros, en papeles menores.
Como se sabe, La vida de Dominguito es el último libro de Sarmiento y está dedicado a la memoria de su hijo Domingo Fidel, muerto a los veinte años en la batalla de Curupaytí. En esta obra el autor, a través de anécdotas, manifiesta su orgullo de padre en el que se advierte, a duras penas contenido, el profundo dolor por la tragedia que subvierte el orden natural y Herodoto de Halicarnaso describió cruda y concisamente: “En los tiempos de paz los hijos entierran a los padres; en los de guerra, son los padres quienes entierran a los hijos”.
Con respecto al guion, García Oliveri explica que “tiene dos vertientes: por un lado el hijo del prócer, admirador del padre pero díscolo, enamoradizo y finalmente heroico” y “por otro, el propio Sarmiento, desde que baja a Buenos Aires, a los 44 años, hasta que llegó al Congreso a jurar como presidente”.
Antes del estreno de la película, más precisamente el 1° de abril del mismo año, el guion fue publicado por la editorial Lautaro, vinculada al Partido Comunista. En el prólogo, Leónidas de Vedia destaca que, en el trabajo de Petit de Murat y Manzi, “la grandeza de los hombres evocados se confunde con la magnitud histórica del periodo recordado y de los acontecimientos de entonces, y hay emoción y ternura en los hechos y exposición cabal de un momento argentino, bien típico y auténtico”.
De Vedia hace notar, asimismo, que “el arte de la pantalla se malogra sin el sostén poderoso de su armazón técnico” y considera en ese sentido que “ya se ha avanzado en los aspectos industriales y técnicos a un grado de perfeccionamiento revelador de una prosperidad halagadora”.
A su vez, García Oliveri señala que la película “permite al realizador exhibir su soberbio lenguaje cinematográfico”, y remarca la escena de la tumba de Dominguito, la final y “sobre todo, la de la batalla de Curupaytí, que probablemente continúe siendo la secuencia bélica de mayor despliegue material del cine argentino pero que, además, está excelentemente filmada”.
En lo que hace a las actuaciones, el desempeño de Muiño ha sido objeto de muchos y muy entusiastas elogios; en opinión de García Oliveri, “el noventa por ciento de Su mejor alumno, en su aspecto interpretativo, pasa por Muiño”. A nuestro juicio, sin embargo, su enérgica y desenvuelta composición no ahonda suficientemente en la vida interior del personaje y no consigue expresar del todo el rigor de los conflictos que la agitaron.
Sobresale, en cambio, la sobria y elegante composición que logra Orestes Caviglia del personaje de Mitre, que no descuida siquiera el detalle de descansar las manos en los bolsillos delanteros del pantalón (que el vencedor de Pavón se los hacía confeccionar especialmente, dando origen a los famosos “bolsillos Mitre”).
En cuanto a Ángel Magaña, llega “con lo justo al rol de Dominguito”, como estimó generosamente García Oliveri.
Su mejor alumno obtuvo en 1944 el premio a la mejor película de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, que asimismo otorgó a Demare, Petit de Murat y Manzi, Muiño, Roberts, Pappier, Rinaldi y Ator los premios al mejor director, guion, actor, fotografía, escenografía, montaje y sonido, respectivamente. A su vez, la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires discernió al film y a Muiño los premios a la mejor película y al mejor actor, mientras que la Comisión Nacional de Cultura concedió a los guionistas el premio al mejor argumento del bienio 1944/45.
En otro orden, el film demuestra la falsedad del estereotipo pergeñado por una suerte de seudorrevisionismo simplista y superficial, que le asigna a Manzi una postura “nacional y popular” contraria a los dichos y hechos de los titulares de las denominadas presidencias históricas, puesto que en el guion, como señala Leónidas de Vedia en el prólogo, “la palabra de Sarmiento y Mitre ha sido reproducida con su sentido profundo y la belleza que nace del gran amor a la verdad, del desinterés y sacrificio”.
Asimismo, la película ostenta al principio una leyenda que expresa el propósito de la evocación del prócer sanjuanino, y que así termina: “¡Queremos que resurja hijo ejemplar, maestro infatigable, padre desbordante de amor! Que su alma maravillosa y exasperada renazca al conjuro de su misma palabra…”.
Podemos citar como ejemplo la secuencia de la Legislatura, que recrea varios de los dichos que efectivamente Sarmiento intercambió con sus oponentes en ese recinto, y de cuyos diálogos transcribimos un fragmento.
“SENADOR 1°: –El senador Sarmiento se ha indignado porque le dije que es un teórico y desconoce la realidad de nuestra campaña. Nadie lo priva de defender sus bibliotecas y escuelitas pero para eso no hace falta ofender a los estancieros que nos hemos enriquecido con nuestro trabajo.
SARMIENTO: –(Irónicamente.) La riqueza de ustedes no se debe al trabajo sino a la vehemencia de los toros y a la fecundidad de las vacas. (Risas generales.)
SENADOR 1°: –No le permito. ¡Está injuriando a las fuerzas vivas del país!
SARMIENTO: –¡Fuerzas vivas!… ¡Eso no se lo permito yo! ¡La única fuerza viva es el pueblo!... ¡En usted reconozco solamente a la voz de una aristocracia con olor a bosta!... (Risas generales, mezclándose al sonido de la campanilla que trata de restablecer el orden).
SENADOR 2°: –Usted habla así porque es un rencoroso. Un pobrete que si lo dan vuelta no se le cae ni un centavo… (Risas atronadoras. Campanilla.)
SARMIENTO: –¿Y a usted? Si lo toman de los pies y lo sacuden con la cabeza para abajo, no se le caerá una idea… (Risas generales, atronando el ambiente.)”.
Como no podía ser de otra manera, el homenaje a Sarmiento se expresa también a través de las imágenes. Puesto que no podemos mostrarlas, transcribimos el tramo final del guion: “La cámara se aleja y sube hasta que la figura de Sarmiento queda a la distancia. Sobre ella cae un haz de luz, que le da una sugestión de estatua. (Grandes aplausos). Se va haciendo la oscuridad en todo menos en la figura de Sarmiento. La pantalla va quedando completamente negra”.