Ernesto de la Cárcova: un artista variopinto
- Por Miguel Ruffo
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Se cumplen hoy 95 años de la muerte en la Ciudad de Buenos Aires de Ernesto de la Cárcova, uno de los pintores más representativos del arte argentino de fines del siglo XIX y principios del XX. Su pintura, su fama y trascendencia están asociadas al dramatismo social de Sin pan y sin trabajo. Sin embargo, una mirada sobre el conjunto de su obra revela una trayectoria multifacética.
De la Cárcova, que había comenzado sus estudios artísticos en la Sociedad Estímulo de Bellas Artes, se perfeccionó en Europa en la Academia Albertina de Turín. Así conoció una de las ciudades cuna del movimiento obrero italiano, centro difusor de las ideas socialistas, faro de la nueva modernidad. También estuvo en Florencia y Roma, dos ciudades vinculadas al Renacimiento. En Florencia conoció a los más grandes maestros de la pintura clásica y luego París le aportaría el conocimiento del arte moderno.
De regreso en Buenos Aires, se vinculó con los círculos de la nueva modernidad: el Partido Socialista le aportaría el clima ideológico que había mamado en Italia y las nuevas formas de sociabilidad desarrolladas por artistas y literatos lo conducirían por los senderos del dandismo. Su adhesión al socialismo no lo eximió de las críticas de sus compañeros de partido que visualizaban en el pintor contradicciones insalvables entre el realismo social de Sin pan y sin trabajo y los retratos de señoras “bien” de la burguesía dominante.
De la Cárcova tuvo una activa participación en la política municipal a través del Consejo Deliberante: en unos años en que Buenos Aires se sentía la París de la América del Sur, propuso adquirir en los talleres escultóricos europeos copias de originales griegos y romanos a fin de ser instaladas en los espacios públicos, en las plazas y parques, con el objeto de educar estéticamente al ciudadano. En un mundo donde las grandes mayorías no podían viajar a Europa, cabía entonces traer de ella copias que pusiesen al ciudadano frente a la belleza clásica. En él latían las ideas de formar una aristocracia del espíritu en contraposición a la aristocracia del dinero. Y aquella se convertía en realidad por medio de la belleza en el arte y las letras. De la Cárcova era consciente de que la igualdad y la fraternidad necesitaban del arte como fuerza impulsora.
Veamos algunas de sus obras empezando por la ya mencionada y más emblemática de su trayectoria.
Sin pan y sin trabajo, óleo sobre tela de 1894, nos ubica frente a un drama social en la cotidianeidad de la vida de una familia obrera en las condiciones de la sociedad burguesa: una realidad tajante y abrumadora, la de quien se queda sin trabajo y se queda también sin el pan para sus hijos. La indignación del obrero, ante la falta de trabajo, ante la represión de la huelga, ante el hambre que sacude a su familia, están condensadas en ese puño que, con rabia que ya no puede ser contenida, se descarga sobre una vieja mesa donde el sonido del golpe expresa el grito de la miseria. Es la bronca del obrero, bronca frente a una realidad cruel, miserable y avasallante. La fábrica paralizada, la fábrica que le ha succionado día tras día las fuerzas vitales, se yergue allí, tras la ventana, como monstruo inmovilizado que después de consumir y consumir energías humanas las expulsa más allá de la condición esencial del hombre: un trabajo que ya no es requerido por las máquinas enmudecidas. La mujer, al otro lado de la mesa, mientras sostiene a su pequeño hijo al que ya, con los pechos enflaquecidos, no puede alimentar, dirige la mirada hacia el gesto enfurecido de su marido. Nos encontramos frente a una escena de la miseria urbana: la madre proletaria como si fuese una Dolorosa. Así como la Virgen lloró la muerte de su Hijo en la Cruz, así la Madre Proletaria, en un dolor tal vez más desgarrador, ya no tiene lágrimas en los ojos, ellos están tan secos como sus pechos; el niño llorará, será su grito pidiendo comida, pero la familia proletaria, vomitada por la fábrica, no tendrá como satisfacer el hambre del pequeño. Por consiguiente, en la mesa del hogar no hay alimentos. Solo herramientas de trabajo, herramientas enmudecidas por la parálisis de la producción, herramientas que ya no tienen manos que las empuñen en una jornada de trabajo. La bandera roja que se ve a la distancia, en torno al piquete obrero junto a la fábrica, es la bandera del trabajador, de la protesta social, de la revolución. Símbolo de las luchas obreras, es el foco donde se concentran la represión y el odio del capital. Un interior y un exterior, un interior hambriento y un exterior de lucha: el movimiento de la cortina que con agresividad corre el obrero, relaciona ambas realidades.
En Retrato de la Señora María de la Cárcova de Ferrari, óleo sobre tela de 1894, vemos una mujer que viste un largo vestido rojo de noche y avanza hacia el espectador. Está enmarcada por un mobiliario suntuoso. Estamos en presencia de un retrato de una mujer “de sociedad”. Este retrato, inscripto dentro del aparataje del retrato burgués como uno de los géneros de la pintura, genera un contraste con la ideología socialista que revela Sin pan y sin trabajo.
En Retrato de la esposa, óleo sobre tela de 1914, vemos una mujer representada en posición sedente que viste un vestido de noche color marfil. La esposa exhibe un aire refinado, su vestido es acorde con la moda femenina de la época. Un modelo tipo Imperio, cubierto por la piel de un abrigo largo, cual si fuese un kimono. Por el estilo del vestido, la mujer nos proyecta hacia atrás en el tiempo, hacia la época de la revolución francesa y del imperio napoleónico, ya que este estilo se desarrolló cuando la burguesía accedía al poder y expresaba los ideales estéticos de la nueva clase social en ascenso.
De la Cárcova realizó varios dibujos de desnudos femeninos. Son obras sobre papel. Un total de once dibujos donde el pintor indagó en las diversas posiciones corporales de una figura femenina. En estos dibujos alcanza a expresarse la formación académica que aprendió en la Academia Albertina de Turín. Debemos apuntar que no siempre la misma mujer le sirvió de modelo para estos dibujos.
Finalmente, mencionamos sus naturalezas muertas, donde se puede apreciar su dominio del color, el rol de la luz y el carácter suelto y rápido de sus pinceladas. Cabe destacar también que el pintor diseñó plaquetas y medallas conmemorativas, integrando así el arte menor de la medallística con el arte mayor de la pintura.
Fuente consultada
AA.VV. (2001). Pintura argentina. Generación del 80, Buenos Aires, Banco Velox.