El Mausoleo de Bernardino Rivadavia
- Por Miguel Ruffo
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Hoy se cumplen 90 años de la inauguración en la Plaza Once de Septiembre del Mausoleo de Bernardino Rivadavia, obra del escultor argentino Rogelio Yrurtia. Los mausoleos son sepulcros suntuosos y refinados. En Buenos Aires, contamos con el del general José de San Martín en la Catedral Metropolitana y el de Manuel Belgrano en el atrio del templo de Santo Domingo, pero el de Rivadavia es el único mausoleo instalado en un espacio público.
Como arquitecturas funerarias, los mausoleos tienen su origen en la Antigüedad. Para ser más precisos, en la tumba del rey Mausolo, de Caria. Dicho sepulcro fue mandado a construir por su esposa Artemisa en el 353 A.C. y fue considerado una de las siete maravillas del mundo.
Bernardino Rivadavia falleció en el exilio, en Cádiz, en 1845. Sus restos fueron repatriados en agosto de 1857, en la época del Estado de Buenos Aires. Es decir, la provincia cuyos intereses había defendido, ahora convertida en Estado, traía de vuelta sus despojos. La urna fue ubicada en el Cementerio de la Recoleta y allí permaneció hasta septiembre de 1932, cuando en una gran ceremonia pública fue trasladada a la Plaza Once, donde se inauguró su Mausoleo. Esto acontecía durante la presidencia de Agustín Pedro Justo.
La idea de construir un monumento que recordase a Rivadavia fue formulada, hacia 1873, por Carlos Enrique Pellegrini, el ingeniero y artista que se destacó como el primer historiador gráfico de Buenos Aires. En 1922, una ordenanza del Concejo Deliberante mandó erigir un monumento que homenajease al que fuera el primer presidente de las Provincias Unidas del Río de La Plata. En 1925 se organizó una Junta Ejecutiva del Monumento a Rivadavia y se designó a Rogelio Yrurtia como escultor, quien realizó una relevante obra artística que se encuentra casi en el centro de la Plaza Once.
El Mausoleo mide 24 X 15 metros y llega a una altura de 9,50 m. Consta de tres cuerpos, uno de ellos es la cripta hacia su centro y los otros dos son las antecriptas que tienen en sus entradas un busto de Rivadavia y el Escudo Nacional. En la cripta se encuentra el sarcófago, hecho de un bloque de ciamita de color negro.
En tanto, en el exterior del Mausoleo se destacan dos figuras escultóricas, ambas en posición sedente. Una de ellas representa a Moisés, que simboliza el pensamiento y la ley, ya que Moisés fue el legislador del pueblo hebreo de acuerdo al Antiguo Testamento. Efectivamente, como estaban asociadas a Rivadavia las reformas de los años 20 del siglo XIX, reformas que tenían por norte convertir a Buenos Aires en un estado liberal moderno y que implicaban toda una legislación de la modernidad, esa legislación podía parangonarse con aquella otra que en la Antigüedad fue representada por Moisés, a quien Dios entregó en al monte Sinaí el Decálogo, conjunto de leyes por las que debía regirse el pueblo de Israel. Ahora el pueblo argentino debía regirse por las leyes emanadas de Rivadavia. El crítico de arte Romualdo Brughetti ve en la escultura de Yrurtia “una máscara de la Angustia (opuesta a la majestuosidad tonante del coloso marmóreo de Miguel Ángel)”.
La otra figura es un hombre joven que constituye una alegoría de la acción, en tanto interrelación entre el pensar y la práctica política y social que debe acompañar al pensamiento para la materialización de las ideas del legislador. Para Brughetti esta escultura representa “el dolor del combate” y observa en el rostro del joven “ojos semihundidos, boca anhelante, la frente surcada por una espesa arruga”. Vale decir que en ella se representan las dificultades a las que debe hacer frente un pensador para que sus ideas puedan ser llevadas a la práctica.
Resaltar a Rivadavia como legislador implicaba convertirlo en uno de los padres de la nación. En efecto, si en San Martín y Belgrano la Argentina liberal encontró a sus “padres fundadores” desde el punto de vista de las acciones militares de la guerra de la independencia, en Rivadavia encontraría a su “padre fundador” desde el punto de vista civil. Así, en la parte exterior del Mausoleo está grabada en piedra, la leyenda “La Nación, al primer héroe civil de los argentinos”, una frase de Bartolomé Mitre. El Mausoleo tiene dos grandes puertas de bronce macizo y sobre cada una de ellas un busto de Rivadavia y la figura de un niño, con el cual se quiso aludir a las nuevas generaciones como si estas debiesen continuar con la labor legislativa de su “padre civil”.
Como dijimos el 3 de septiembre de 1932, día sábado, en una gran ceremonia se inauguró el Mausoleo. Todo comenzó a las 12.30 cuando desde el Cementerio de la Recoleta fueron sacados en una urna los restos de Rivadavia. El cortejo fúnebre fue encabezado por el Regimiento de Granaderos a Caballo. La cureña era arrastrada por siete caballos y cadetes de la Escuela Naval la custodiaban. Había también damas de la Sociedad de Beneficencia (recordemos que esta sociedad se fundó en la época de Bernardino Rivadavia) y acompañaban el cortejo funcionarios nacionales y municipales como así también numerosos invitados. Cuando se llegó a la intersección de las calles Callao y Corrientes, el Presidente Agustín Pedro Justo y varios de sus ministros se incorporaron al cortejo. Llegando a las 14.20 con un clarín se anunció el arribo a la Plaza Once, donde había numeroso público y entre ellos alumnos, en número de 50.000, de las escuelas públicas. Se entonó el Himno Nacional y tras ello, Fernando Saguier, presidente de la Comisión Pro Monumento, entregó a la Nación la llave simbólica del Mausoleo al Presidente de la República, quien agradeció el obsequio con el señalamiento de que el honraba “la ilustre figura del prócer”. También hizo uso de la palabra la Adelia María Harilaos de Olmos, Presidenta de la mencionada Sociedad de Beneficencia. Finalmente se abrió una de las puertas de bronce y se depositó el sarcófago en la cripta. LS1 Radio Municipal transmitió toda la ceremonia hasta las 17. Nos informa Edgardo Rocca en Historias de la Ciudad que “habitualmente se abría para la visita del público los 20 de mayo y 2 de septiembre, fechas de nacimiento y fallecimiento de Rivadavia”.
Cientos de miles de personas transitan diariamente por la Plaza Once pero seguramente la mayoría ignora la presencia del Mausoleo. Independientemente de la valoración que tengamos de la época de Rivadavia, de los intereses que representaba y defendía, la indiferencia frente al Mausoleo revela el desconocimiento e invisibilización de una obra que forma parte de nuestro patrimonio histórico.
Fuentes consultadas
Brughetti, Romualdo (1995). “La Escultura a principios del siglo XX”, en AAVV, Historia General del Arte en la Argentina, Buenos Aires, ANBA.
Palcos, Alberto (1960). Rivadavia. Ejecutor del pensamiento de Mayo, La Plata, Biblioteca de Humanidades.
Rocca, Edgardo José (2008). “El Mausoleo de Bernardino Rivadavia”, en Historias de la Ciudad. Una revista de Buenos Aires, Buenos Aires, Año VIII, Nº 46.