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TRAS CARTÓN   La Paternal, Villa Mitre y aledaños
 21 de enero de  2025
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El gran pintor del barroco tardío

El gran pintor del barroco tardío

Hoy se cumplen 250 años de la muerte de Juan Bautista Tiépolo. Nacido en Venecia en marzo de 1696 y muerto en Madrid el 27 de marzo de 1770, practicó el arte de la pintura desde jovencito. Dada su precocidad pictórica, han creído algunos de sus biógrafos que se llamó el Tiepoletto, pero estos diminutivos se usaban en Venecia para distinguir a las familias populares que llevaban grandes nombres patricios; así Antonio Canal fue llamado el Canaletto.

Tiépolo fue un representante del barroco tardío. El barroco fue el estilo artístico que se desarrolló en Europa desde fines del siglo XVI hasta la primera mitad del XVIII, siendo el siglo XVII el de su mayor apogeo. Se trata de una forma artística que acentúa las representaciones de lo dinámico y su idea del movimiento con el predominio de las líneas curvas, se deleita en el predominio de lo ornamental sobrecargándose de detalles o alcanzando la unidad de estilo por medio de la saturación de las formas, afirma lo patético y los dolores vinculados a la muerte, se regodea en el estallido de los colores. Pero el barroco fue mucho más que una época en el desarrollo de la cultura. La historia del arte puede ser pensada como la alternancia de formas clásicas y barrocas. A lo clásico, con el predominio de lo racional, lo masculino y lo apolíneo, se opone el barroco con lo no racional, lo femenino y lo dionisíaco.

La época del barroco fue, desde el punto de vista político, la del dominio de las monarquías absolutas; desde lo económico se caracterizó por el despuntar del capitalismo tras la crisis del siglo XVII; y desde lo cultural por las luchas entre católicos y protestantes que llevaron a las guerras de religión. Los principales centros del barroco, desde el punto de vista de las artes plásticas, fueron Francia, centro principal del absolutismo, y la Roma de los papas, centro de la contrarreforma católica.

Entre los frescos producidos por Tiépolo se encuentran aquellos con los cuales decoró la Villa Valmarana en 1727, acompañado de los recuerdos de la mitología clásica, con cuatro epopeyas de la Ilíada, Eneida, Jerusalén Liberada y Orlando furioso. Presentó escenas homéricas como Minerva defendiendo a Agamenón de la cólera de Aquiles, Briseida raptada del poder de Aquiles, Ulises en la isla de Calipso.

En la de Minerva nos encontramos con el primer canto de la Ilíada. Este poema homérico, nos recuerda Emilio Crespo, “narra la cólera de Aquiles, episodio del décimo y último año de la guerra de Troya. (…) Tras una invocación, la Musa narra (Canto I) que, conforme al plan de Zeus, Agamenón, jefe de los aqueos (llamados también argivos o danaos, pero nunca griegos), desoyó la petición de Crises, sacerdote de Apolo, que le suplicó la devolución de su hija Criseida, que había sido otorgada a Agamenón como parte del botín obtenido al capturar una fortaleza aliada de Ilio. Crises clamó venganza a Apolo y este envió una peste contra los aqueos. Al verse obligado a devolver a Criseida para liberar a la hueste de la plaga, Agamenón exigió a Aquiles su botín, la esclava Briseida. Después de una agria disputa, este se la entregó pero lleno de cólera por la deshonra decidió no luchar más. Tetis, madre de Aquiles, suplicó a Zeus que vengara a su hijo causando la perdición de los aqueos. Zeus accedió”. En el fresco Minerva (nombre romano de la diosa Atenea), Tiépolo alude a los siguientes versos de la Ilíada: “Díjole (a Aquiles), Atenea, la ojirazca diosa: ‘Para apaciguar tu furia, si obedeces, he venido del cielo, y por delante me ha enviado Hera, la diosa de blancos brazos, que en su ánimo ama y se cuida de ambos por igual. Ea, cesa la disputa y no desenvaines la espada con tu brazo. Mas sí, injurialo (a Agamenón) de palabra e indícale lo que sucederá. Pues lo siguiente te voy a decir, y eso será cumplido: un día te ofrecerá el triple de tantos espléndidos regalos a causa de este ultraje: tú dominate y haznos caso’”, canta Homero.

En Ulises (nombre romano de Odiseo), Tiépolo nos coloca frente a uno de los episodios de la Odisea. Como es bien sabido, este poema homérico narra el regreso de Odiseo de Troya a su reino de Itaca, regreso que le demandó diez años de peripecias, de aventuras, de conflictos a lo largo del Mediterráneo, debiendo enfrentar a la oposición de Poseidón, el dios del mar. Una de esas peripecias se da en una isla donde Calipso, valiéndose de sus artes mágicas y de sus encantos femeninos, lo retiene por ocho años: “Contestando, a su vez, dijo Ulises, el rico en astucias: ‘No lo lleve a mal, diosa augusta, que yo bien conozco cuán por bajo de ti la discreta Penélope queda a la vista en belleza y en noble estatura. Mi esposa es mujer y mortal, mientras tú ni envejeces ni mueres. Mas con todo yo quiero, y es ansia de todos mis días, el llegar a mi casa y gozar de la luz del regreso. Si algún dios me acosare de nuevo en las olas vinosas, lo sabré soportar; sufridora es el alma que llevo en mi entraña; mil penas y esfuerzos dejé ya arrostrados en la guerra y el mar: denle colmo esos otros ahora”, canta Homero. Finalmente Calipso, divina entre las diosas, libera a Odiseo, que puede retornar a Itaca, matar a los pretendientes y reunirse con su amada esposa, Penélope.

El ingenio y la habilidad de Tiépolo con el pincel no solo le permitieron tratar trágicas escenas heroicas de la mitología y de la historia, sino además representar escenas bíblicas que dispuso de manera coreográfica con ángeles que forman armoniosas formas y cabriolas maravillosas. Entre las obras referidas a esta temática podemos mencionar, entre otras, El sacrificio de Abraham, La escala de Jacob, Agar repudiada y El juicio de Salomón. Todas ellas revelan una gran imaginación y al mismo tiempo un exuberante goce por pintar lo indescriptible.

También incursionó en graciosas escenas campestres y alegres cuadritos de amorcillos, de pequeños cupidos. “Su arte no conocía límites, así como no tenía fin su ardiente fantasía de poeta del color y de la línea, aquella simpática y casi puede decirse ruidosa fantasía, toda aleteos y escorzos.(…) En la Villa Valmarana se divierte Tiépolo con nuevas invenciones sobre asuntos chinescos, como los que hacía tiempo estaban en boga en Francia. Pero en las Escenas campestres es donde descuella también, de la manera más inesperada, un sentimiento de la Naturaleza, de calma y frescura deliciosas: campesinos que comen tranquilamente bajo los árboles; campesinas que vuelven del mercado por un camino que se aleja bordeado de árboles, como en un paisaje holandés…”, nos informa la Enciclopedia Espasa-Calpe.

El último período de Tiépolo como pintor se vincula con el Palacio Real de Madrid. En 1761, Carlos III, el monarca borbón del reino de España, lo llamó para trabajar en la corte madrileña, en la decoración del Palacio Real. Fue, al respecto, el sucesor de Jacopo Amigoni y de Corrado Giaquinto y, si bien tuvo que enfrentarse con Rafael Mengs, relevante artista de aquella corte, siempre contó con el favor real y convirtió a España en su segunda patria.

A Tiépolo le debe el Palacio Real de Madrid el fresco de su techo titulado La glorificación de la Monarquía española. Es así como durante su estancia en Madrid pintó los techos de la Antecámara, de la Sala de los Guardias Alabarderos y, tal como lo indicamos, el Salón del Trono. En el primero representó a Eneas llevado por Venus al templo de la inmortalidad; en el segundo, el triunfo de la monarquía española ensalzada por los poetas, asistida por las virtudes y rodeada por sus diversos estados. Si contemplamos los maravillosos techos del Palacio Real de Madrid, nos encontraremos frente a un goce de los sentidos, con cielos profundos, y nuestra vista se desplazará de grupo en grupo e irá ascendiendo, llevada por la armónica combinación de figuras y de nubes, hasta llegar a la total visión de la bóveda para deleitarse con la belleza de cada detalle, con la hermosura y claridad del conjunto. Es la unidad en la variedad de motivos en un perfecto sentido de la decoración.

Tiépolo terminó sus días en Madrid y fue enterrado en la Iglesia de San Martín, de cuyo lugar ha desaparecido la tumba.

FUENTES:

Fuentes consultadas

Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana,  Tomo XI, Barcelona, José Espasa e Hijos Editores.

Homero, Ilíada, Introducción, traducción y notas de Emilio Crespo, Barcelona, Gredos, 2006.

Homero, Odisea, Introducción y revisión de Carlos García Gual, Barcelona, Gredos, 2006.

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