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TRAS CARTÓN   La Paternal, Villa Mitre y aledaños
 23 de abril de  2025
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“El film de la felicidad”

“El film de la felicidad”

Hoy se cumplen 65 años del estreno en Buenos Aires de Cantando en la lluvia (Singin' in the rain), de Stanley Donen y Gene Kelly, considerado el mejor musical de la historia del cine. El propio Kelly encabezó el reparto, compartiendo cartel con Donald O'Connor y Debbie Reynolds, y acompañado por Jean Hagen y Cyd Charisse, entre otros. Se trató de una producción de Arthur Freed para la Metro-Goldwyn-Mayer, con guion de Betty Comden y Adolph Green, fotografía de Harold Rosson y música de Freed y de Nacio Herb Brown. 

Magnífico exponente de la edad de oro de Hollywood, Cantando en la lluvia (que con ese título, y no con el de Cantando bajo la lluvia, se estrenó entre nosotros), a diferencia de muchos otros musicales, no está inspirado en una pieza teatral, sino que cuenta con un guion original. En las décadas del 20 y del 30 Freed había compuesto con Brown varias canciones que se hicieron muy populares: Cantando en la lluvia era una de ellas. En 1951, devenido en exitoso productor de la Metro, tuvo la idea de usar esas piezas y otras de la misma época en un film, y contrató para escribir el guion al binomio  Comden- Green; estos, en consonancia con los años en que fueron compuestas las canciones, imaginaron una trama que se desarrolla en Hollywood en 1927, durante la transición del cine mudo al sonoro.

Comden y Green escribieron también la letra de Moses Supposes, una de las dos canciones originales del film, musicalizada por Roger Edens: la otra es Make ‘Em Laugh, una nueva creación de Freed y Brown.

En esa trama “nada es inextricable y ninguna lágrima dura más que una pirueta o una canción”, escribió Claude Chabrol en Cahiers du Cinéma, donde destacó también “la cámara, ágil y ligera” y observó, con respecto al espectador, que “lo que más lo irritaba” en las películas musicales como “los dúos de amor a la luz de la luna, los bailes sin pretexto alguno, los arrumacos, la pantalla rosada, es ahora lo que más le encanta”, y definió a Chantons sous la pluie como “el film de la felicidad”.

Volviendo al guion, puede decirse que a partir de una idea sencilla –una diva del cine mudo, de voz muy poco armoniosa, tiene que ser doblada, a su pesar, en su primera película sonora– desarrolla una historia dinámica y amena, plena de toques de humor, que homenajea al séptimo arte sin dejar de fustigar, a través de la ironía y la parodia, a varios males aparejados, como el doblaje, el divismo, la vanidad y falta de autocrítica de actores y productores, el fanatismo del público y la frivolidad y venalidad de las crónicas de espectáculos, entre otros.

Paradójicamente, mientras en la pantalla la joven Kathy Selden (interpretada por Debbie Reynolds) dobla en los diálogos y canciones de The dancing cavalier a la diva Lina Lamont (a cargo de Jean Hagen), en la realidad fue esta quien dobló en los pasajes hablados a Reynolds, que no había podido despojarse de su acento tejano y en los cantados fue doblada a su vez por Betty Noyes, quien no figura en los créditos.

Por su parte, Gene Kelly encarna al astro cinematográfico Don Lockwood y Donald O’Connor a su amigo Cosmo Brown, director musical del estudio; pero antes que eso, ambos compartieron muy humildes comienzos en un humoso salón de billar y supieron ser cómicos de la legua. Porque, como señaló George Perry, de la BBC de Londres, “hay en Cantando en la lluvia un cinismo maravilloso, con todo el mundo burlándose de sí mismo o haciéndose pasar por lo que no es”.

Los ensayos empezaron en abril de 1951, el rodaje se extendió entre junio y noviembre de ese año y el estreno tuvo lugar en Nueva York el 27 de marzo de 1952, con buena recepción de crítica y público. Como dato curioso, podemos consignar que el diseñador de vestuario, Walter Plunkett, quien había trabajado en Lo que el viento se llevó, comentó que había creado más y mejores trajes para Cantando en la lluvia que para la recordada película de Víctor Fleming.

En cuanto a los números musicales, ya dijo Chabrol que no apuntan al deslumbramiento de los sentidos, sino a la alegría del corazón. Todos son excelentes, pero los límites de este trabajo nos constriñen a referirnos solo a algunos: nos inclinamos, por orden de aparición, por You Were Meant for Me, Singin’ in the Rain y Broadway Melody.

El primero tiene la audacia de revelar secretos y trucos de filmación. Don (Kelly) le declara su amor a Kathy (Reynolds) en un set vacío, donde un telón pintado de rosa y violeta es una hermosa puesta de sol, y una escalera plegable el balcón al que se asoma la dama, mientras el enamorado acciona una máquina de humo para proveer brumas de las lejanas montañas y enciende un reflector que simulará la luz de la luna, un generador que ofrecerá 500.000 kilovatios de brillo de estrellas y un ventilador industrial que proporcionará una suave brisa de verano.   

En cuanto al número que da título al film, y que está cantado, bailado, coreografiado y dirigido por Kelly, constituye una grandiosa exhibición de tap dance, así como un ejemplo de todo lo que la danza masculina puede dar en lo que hace a talento, técnica, originalidad, vitalidad, dinamismo y destreza atlética. Y lo filmó con una fiebre de más de 39 grados. Excepcional.

A su vez, Broadway Melody se realizó a instancias de Freed y se insertó en la película cuando ya estaba casi terminada. Para el protagónico femenino se convocó a la bellísima Cyd Charisse, una de las más completas bailarinas de Hollywood, quien ejecuta con Kelly dos pas de deux: el primero homenajea al cine de gangsters, concretamente a Scarface, de Howard Hawks; algunos fragmentos de este baile fueron suprimidos por presión de la Liga de Decencia de la Iglesia Católica. El segundo es una secuencia irreal u onírica que recrea el escenario de You Were Meant for Me; pero la magia del cine ha obrado, y ya no hay máquinas ni artefactos, solo un crepúsculo rosa y violeta que envuelve al protagonista y a una mujer etérea que al final, cerrando el círculo, vuelve a ser la amante del gangster.

El film incluye asimismo homenajes al género musical norteamericano, desde el burlesco y el vodevil, pasando por Broadway, hasta el maravilloso cine de Busby Berkeley.

Por sus respectivas actuaciones en esta película, en 1952 Donald O’Connor obtuvo el Globo de Oro al mejor actor de comedia o musical y Jean Hagen fue nominada al premio Oscar a la mejor actriz de reparto, mientras que Betty Comden y Adolph Green recibieron el premio del Sindicato de Guionistas (Writers Guild of America –WGA–) al mejor guion de musical.

Ese año, el film fue nominado al Globo de Oro y a los premios BAFTA, la banda sonora al Oscar, y Stanley Donen y Gene Kelly al premio del Sindicato de Directores (Directors Guild of America –DGA–).

Donen, que falleció el 21 de febrero último, obtuvo en 1998 el Oscar honorífico y en 2004 el León de Oro a la trayectoria.

El film mereció la admiración de directores de culto: François Truffaut lo ubicó entre sus preferidos y Woody Allen lo mentó en Crímenes y pecados; asimismo, la mítica revista Cahiers du Cinéma convocó a 78 críticos y especialistas para seleccionar las cien películas de una cinemateca ideal y Cantando en la lluvia quedó en el séptimo lugar.

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