Córdoba, cimientos de una fundación
- Por Miguel Ruffo
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Se cumplen hoy 450 años de existencia de la ciudad de Córdoba. Fue fundada por Jerónimo Luis Cabrera con el nombre de Córdoba de la Nueva Andalucía en territorios de comechingones y sanavirones y en un momento en que estas regiones ya habían sido incorporadas a las mentes de los conquistadores.
Escribió el historiador Héctor Ramón Lobos: “Muy pocas han sido las oportunidades en que una región era tan conocida como la de Córdoba antes de que se efectuase la fundación de la ciudad”.
Debemos tener en cuenta que la conquista y colonización del continente americano por los españoles fue una empresa de ciudades. No se trató de fundaciones arbitrarias, sino que su emplazamiento se sujetaba a determinados planes que se articulaban en determinadas ideologías que, como conjunto de ideas, proyectaban a los conquistadores en sus penetraciones a los nuevos territorios. Cabrera, gobernador del Tucumán, Juríes y Diaguitas, Capitán General y Justicia Mayor, realiza la fundación con 120 hombres en cuyas mentes, como veremos, todavía se agitaban las ideas de la ciudad de los Césares que, como si fuesen un fantasma, guiaban a los conquistadores en la penetración en los territorios del Plata.
La fundación de Cabrera se encuentra, por un lado, en la intersección de dos planes colonizadores: uno, el que respondía a las ideas de Juan de Matienzo, oidor de la Audiencia de Charcas, que consistía en fundar nuevas ciudades al sur del Tucumán con vistas a alcanzar las costas del Río de la Plata y refundar Buenos Aires, esta vez como puerta de salida de los productos de la tierra para exportarlos, vía el Atlántico, a la metrópoli española; el otro plan respondía a las ideas del virrey Toledo del Perú y consistía en fundar ciudades al norte de la gobernación del Tucumán con el objeto de dominar a los belicosos indígenas de los valles y quebradas de Salta y garantizar así la seguridad de las poblaciones españolas que estaban intentando establecerse entre el Alto Perú y dicha gobernación. Tal es el caso de Londres, Córdoba del Calchaquí y Cañete establecidas entre 1557 y 1560.
Santiago del Estero, fundada en 1553, y San Miguel de Tucumán, fundada en 1565, eran las ciudades españolas ubicadas más al sur del Alto Perú. Como Cabrera respondía a las ideas de Matienzo, se dirigió al sur de la ciudad de Tucumán y fundó la ciudad de Córdoba como etapa previa a la refundación de Buenos Aires.
La ciudad de Córdoba tendría jurisdicción hasta el Paraná, donde estableció el efímero puerto de San Luis el 18 de septiembre de 1573. Todo ello se enmarcaba dentro de las ideas que pretendían conectar al Tucumán con el sistema Paraná-Río de la Plata y así encontrar una salida al mar para las ciudades del interior. Estas ideas que agitaban a los conquistadores del Tucumán no eran las únicas. En efecto, para el dominio de estas ideas habrá que esperar a la segunda mitad del siglo XVI. Para entonces, ya se tenía un conocimiento, ciertamente primario, pero conocimiento al fin, del territorio del Tucumán. Y esto nos lleva a considerar el otro lado de la conquista y fundación de Córdoba. Se trata de un conocimiento empírico del territorio y sus indígenas forjado lentamente a través de sucesivas penetraciones en el Tucumán. La más antigua era aquella que desde el fuerte Sancti Spiritus, fundado por Sebastián Caboto en 1526, en la confluencia del Carcarañá con el Paraná, había protagonizado Francisco César en búsqueda de El Dorado hacia el oeste del fuerte de Caboto. Seguramente atravesó las sierras de Córdoba y de San Luis, llevando como guías a un grupo de indígenas y con el afán de encontrar un territorio fabulosamente rico en metales preciosos. Cuando regresó a España afirmó haber encontrado una ciudad muy rica en dichos metales. Esto dio origen a la leyenda de la ciudad de los Césares. En esta tradición se mezclaban las fantasías de Francisco César con las noticias referidas por los indígenas, alimentadas por lejanas repercusiones del rico imperio de los Incas, como así también leyendas medievales acerca de los sacerdotes que habían emigrado de España hacia occidente al momento de la conquista musulmana.
Asimismo, y desde Santiago de Chile, por obra de las ideas de Pedro de Valdivia, se intentó integrar el Tucumán al ámbito de la influencia de los conquistadores de la región trasandina con el objeto de unir al océano del Pacífico con el Atlántico. De haber imperado estas ideas, el territorio de Córdoba (sur del Tucumán) hubiera quedado dentro de la jurisdicción chilena. Pero el rey Felipe II dictaminó que el Tucumán dependería del Perú y no de Santiago de Chile.
Tenemos pues que, para comprender en toda su dimensión la fundación de Córdoba, estamos obligados a insertarla dentro de ideas que hacen al plan general de fundación de ciudades (con anterioridad Santiago del Estero y San Miguel de Tucumán; en sincronía, la fundación de Santa Fe por Juan de Garay en el mismo año de 1573; y con posterioridad la de la segunda Buenos Aires en 1580, también por Garay) desplegado a lo largo del actual territorio argentino. Como así también, dentro del rol desempeñado por las leyendas que se tejieron en torno a los territorios del Río de la Plata y del Tucumán y que tenían por norte la búsqueda de la Sierra de la Plata y de la Ciudad de los Césares. Y, por último, en las tensiones entre los conquistadores del Perú y de Chile que giraban en torno a la incorporación del Tucumán a sus ámbitos de influencia.
Córdoba es el punto donde confluían proyectos e ilusiones. Se erige como un mojón dentro de un plan general que interrelaciona al conjunto de ciudades que se fueron fundando en el actual territorio argentino. Córdoba preanuncia a la definitiva Buenos Aires, aunque esta emergerá como resultado de los conquistadores del Paraguay y no del Tucumán ya que Cabrera fue desplazado por Garay. Pero ello no obsta para decir que la ciudad del Plata estaba dentro de las miras de los conquistadores del Tucumán y que Córdoba era una etapa que conducía a ese puerto que en el Plata debía permitir al Tucumán vincularse a la metrópoli.
Córdoba fue parte de la gobernación del Tucumán, la cual, al igual que las gobernaciones del Río de la Plata y del Paraguay, dependió del Virreinato del Perú hasta que en 1776 Buenos Aires se convirtió en la capital de un nuevo virreinato. Entonces, la gobernación del Tucumán dividida en dos intendencias –Salta del Tucumán y Córdoba del Tucumán– pasó a depender de Buenos Aires.
Con el andar del tiempo, Córdoba se consagró como la “docta” porque en ella se levantó la primera universidad en el territorio argentino. Córdoba, punto de confluencias; Córdoba, la “docta”; Córdoba, centro de influencia de los jesuitas; Córdoba, capital de intendencia… Fueron los rasgos que distinguieron a la ciudad en la época hispano colonial.
Fuentes consultadas:
Lobos, Héctor Ramón (2009). Historia de Córdoba. Tomo 1. Raíces y Fundamentos. Córdoba, Ediciones del Copista.