Carlos Astrada: la metafísica de la Pampa
- Por Miguel Ruffo
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Se cumplen hoy 130 años del nacimiento en la ciudad de Córdoba de Carlos Astrada, uno de los pensadores y filósofos más agudos de la Argentina. Desde muy joven se formó en la filosofía. Merced a una beca estudió en Europa y tuvo como maestros a Edmund Husserl y Martin Heidegger. Es así como su formación básica tuvo como fuerzas nutrientes de su pensamiento a la fenomenología y al existencialismo. El filósofo falleció en Buenos Aires el 23 de diciembre de 1970.
En el desarrollo del pensar de Astrada debemos distinguir dos etapas: la existencialista (1918-1952) y la marxista (1952-1970), durante la cual primero viajó a Moscú, donde dictó un curso sobre el porvenir de la dialéctica, y posteriormente visitó Pekín donde se entrevistó con Mao.
Llegó a considerar que los grandes problemas filosóficos de la finitud, la historicidad y la temporalidad son mejor respondidos por Marx que por Heidegger. En 1948 publicó El mito gaucho, un clásico de la filosofía argentina del siglo XX, en el cual planteó la necesidad de mirar hacia la América, hacia el interior profundo de la Argentina, y en ese mirar hacia uno mismo encontrar la filosofía de la argentinidad.
En este trabajo nos circunscribiremos al análisis de El mito gaucho. En esta obra nos encontramos con el influjo anímico del paisaje, con las fuerzas telúricas de la personalidad histórica. Es el llamado de la tierra. Un llamado que ya había sido intuido por Esteban Echeverría en La cautiva, donde la Pampa tan inconmensurable e inabarcable como el mar es el espacio ordenador de la sensibilidad del gaucho y del indio pampeano. Es necesario un sumergirse en la naturaleza de la Pampa, en la geografía condicionante de nuestro ser, para encontrar allí las raíces de nuestra historia. El hombre argentino es un hacerse en el curso de la historia. El origen de este hombre tiene una fuente mítica: el hombre de la Pampa y su peculiar forma de ser, expresada en el mito gaucho, un mito que dio origen al Martín Fierro de José Hernández. Es un mito que nos ata al pasado, a la tierra y a la historia, y allí, en esa Pampa inconmensurable, debemos encontrar el principio y el origen de nuestro ser que, al develarse, nos dirá cuál es nuestro rol y nuestra misión en la historia.
El hombre de la Pampa y nosotros, como herederos del hombre pampeano, alzamos la mirada al cielo y advertimos otra inconmensurabilidad: la de los espacios celestes. Y allí en ese cielo que cubre la Pampa vemos la constelación de la Cruz del Sur, símbolo y cifra astrológica del destino de todo gaucho, de todo argentino. Pero ¿cuál es su significado? A partir del cristianismo a la cruz se le adosaron nuevos significados: el sacrificio del Hijo de Dios, la redención de los hombres, la nueva unión y alianza de estos con Dios. Si la Cruz del Sur simboliza el destino de los argentinos, entonces, y ateniéndonos a lo que dice San Pablo –“Fuisteis crucificados en Cristo”–, cada argentino debe encontrar la redención de la sociedad en su conjunto, mediante su sacrificio, mediante su propia muerte en la cruz.
El hombre y la Pampa. Lo pequeño, lo diminuto, el microcosmos: el hombre; y lo inmenso, lo extenso, lo inabarcable, el macrocosmos: la Pampa. Uno está en un paisaje infinito y en la cubierta del cielo, una segunda infinitud, la del universo poblado de millares y millares de puntos luminosos, de miles de estrellas que parecen estar llamándonos al misterio del Ser, al misterio de la existencia. En la soledad del hombre pampeano hay que buscar las raíces del Ser argentino. ¿Es posible una metafísica de la Pampa? La Pampa, en tanto región geográfica, es un ente de la física, de la naturaleza, mientras que la metafísica trata de los entes que están más allá de lo físico, más allá de la naturaleza. Es el hombre en su reflexión filosófica, en su búsqueda del Ser, el que introduce la metafísica en el paisaje pampeano. Es el que, ante la soledad pampeana, se pregunta por los destinos del Ser. Y como hemos señalado, ese destino está formulado y transmitido por la Cruz del Sur.
El hombre argentino comenzó a formarse después de la Revolución de Mayo y solo pudo hacerlo con las herramientas que le proporcionaba la naturaleza terrestre y celestial. Al advenir a la existencia tuvo que luchar, tuvo que guerrear, y en este sentido sacrificó su vida individual por la libertad del colectivo social, de la sociedad ahora libre e independiente. El gaucho de la Pampa se replicaba en los gauchos de Martín Miguel de Güemes, en los gauchos granaderos del general José de San Martín, en la sangre gaucha derramada por la libertad. Es así como los gauchos de la Pampa cumplieron un destino crístico, porque ofrendaron sus vidas para rescatar al hombre de su esclavitud colonial, para liberar a la sociedad hasta entonces sojuzgada.
Sin embargo, esta épica de la época de la guerra de la independencia dio paso, décadas después, al predominio del dinero, al individualismo de las grandes ganancias. En efecto, la revolución rioplatense, única revolución americana no derrotada, se proyectó y amplió sus horizontes con el plan continentalista del general José de San Martín y liberó medio continente. La Cruz del Sur, su mensaje redentor, llevó la libertad a Chile, Perú, Ecuador. Y confluyó con Bolívar para hacer de la América del Sur un solo Estado continental libre e independiente. Es así como los argentinos advinimos a la existencia en una épica, en la epopeya de la guerra de la independencia, traduciendo el mensaje redentor de la Cruz del Sur, en la lucha redentora por la libertad de América. Pero traicionamos nuestro mito originario. Si en un principio fuimos fieles a la fuerza de la tierra y del paisaje, si fuimos capaces de empaparnos del mensaje telúrico y celestial, luego volvimos la espalda a nuestro ser más profundo y la voluntad de la estirpe gaucha fue sustituida por la avidez de ganancias de la oligarquía ganadera europeizante. Tenemos que reconstruir nuestro hacer, es la tarea de levantar sobre la Pampa y bajo el significado de la Cruz del Sur una comunidad política que sea justa y libre y que esté asentada en el llamado de la tierra. Serán los centauros enfervorizados de la guerra gaucha de Martín Miguel de Güemes los que deberán retornar para hacer de la Argentina una comunidad libre.
Es así como en la Pampa, en la soledad del hombre pampeano, en ese cielo en el que brilla la Cruz del Sur, en la afirmación del significado cristiano de la cruz, Carlos Astrada encuentra el sino de todos nosotros. Un sino que nos dice que somos redentores de pueblos. Y es así como los argentinos nos encontramos hoy ante el dilema de recuperar nuestro Ser, mirando hacia el interior de la América profunda, hacia esta tierra que nos vio nacer, o continuar vegetando como pueblo extraviado por haber vuelto la espalda a su mito originario y estar encandilado por las luces de colores de la oligarquía vernácula.
La Cruz del Sur, la cruz redentora que veía el gaucho en la inmensidad pampeana, fue signo guía de los gauchos de Güemes y San Martín. Hoy, convertidos nosotros en habitantes de grandes ciudades, las luces de colores de los carteles luminosos y el conjunto de las luces urbanas casi impiden ver la débil pero natural luz de las estrellas de la Cruz del Sur. Es que hemos perdido el mensaje que, desde los cielos, desde el cosmos, nos transmiten nuestros antepasados, como único recurso para encontrar el sentido y la dimensión de nuestra existencia.
Fuente consultada
Astrada, Carlos (2006). El mito gaucho, Fondo Nacional de las Artes, Buenos Aires, Secretaría de Cultura.