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TRAS CARTÓN   La Paternal, Villa Mitre y aledaños
 13 de diciembre de  2024
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Buenos Aires, revolución y secesión (III)

Buenos Aires, revolución y secesión (III)

Ofrecemos aquí un tercer enfoque en torno a la revolución de septiembre en el día de su 170º aniversario. En este caso, la mirada está puesta en las transformaciones urbanísticas que se produjeron en la ciudad al calor de ese acontecimiento político. El trabajo está tomado de nuestra edición impresa de septiembre de 2012 y lleva como título “Buenos Aires se declara Estado soberano”.

En septiembre de 1852, la Legislatura de Buenos Aires rechazó el Acuerdo de San Nicolás de los Arroyos y, enfrentando la política de Urquiza, impulsó la más porteñista de todas las revoluciones.

La llamada Revolución de Septiembre de 1852 trajo aparejada la secesión de Buenos Aires, que en ese momento se organizó como Estado en la plenitud de la soberanía interior y exterior, tal como posteriormente lo estipuló su Constitución de 1854, la cual dividía a la Nación en dos: por un lado, la Confederación Argentina, que se regía por la Constitución de 1853, y, por el otro lado, el Estado de Buenos Aires, cuyo primer gobernador fue Pastor Obligado.

Veamos el contexto en el que fue madurando este suceso: en febrero de 1852, en la batalla de Caseros, las fuerzas de Justo José de Urquiza, gobernador de Entre Ríos, derrotaron a las de Juan Manuel de Rosas, gobernador de Buenos Aires. A partir de este acontecimiento se suceden dos pactos interprovinciales: el protocolo de Palermo y el Acuerdo de San Nicolás. Este último, suscripto por los gobernadores de las catorce provincias argentinas, sentaba las bases sobre las cuales sesionaría un Congreso Constituyente que debería reunirse en Santa Fe. Buenos Aires (por entonces la ciudad y la campaña constituían una unidad política) temía que una mayoría provinciana en el Congreso adoptase una política contraria a sus intereses; por ejemplo, nacionalizando la Aduana y declarando a la ciudad de Buenos Aires capital de la Nación. La burguesía porteña no estaba dispuesta a aceptar esas reivindicaciones de las burguesías del interior y fue así que el 11 de septiembre estalló la revolución.

Durante los años que duró ese Estado (1852-1859) tuvieron lugar transformaciones urbanas importantes: se inició la demolición del Fuerte de Buenos Aires, que databa de la época colonial; se construyó el primer Teatro Colón, obra del ingeniero Carlos Pellegrini, frente a la actual Plaza de Mayo; se inició la parquización de esta plaza con la aclimatación de palmeras y paraísos; se modernizó la Pirámide de Mayo y quedó la primitiva de 1811 en el interior de la actual, rematada por una escultura de la Libertad y rodeada en su base por cuatro esculturas, una en cada uno de sus ángulos, que representan el comercio, la agricultura, las artes y las ciencias; se construyó la Aduana Nueva o Aduana Taylor, llamada así por el apellido de su constructor, que facilitó el desembarco en la ciudad; se inició la iluminación pública moderna con la instalación de 500 faroles de gas, y consecuentemente se modificó el aspecto que presentaba la plaza mayor de la Gran Aldea.

Sin llegar a constituirse todavía en una metrópoli moderna, el Estado de Buenos Aires representó un periodo de renovación urbanística. También apareció el primer ferrocarril, nuevo medio de transporte, que inicialmente vinculó a la ciudad con San José de Flores, el actual barrio porteño de Flores, que por entonces era un pueblo del oeste de la campaña. La estación terminal del ferrocarril se encontraba frente al Parque de Artillería, donde hoy se halla el Teatro Colón. El pasaje que actualmente lleva el nombre de Enrique Santos Discépolo y que en otros tiempos se llamó Pasaje Rauch, con su característica curva, recuerda el cambio de dirección que tenía que hacer el ferrocarril, que venía por la calle Lavalle (que desde Tribunales hasta Callao es más ancha que en el resto de su trazado como huella del recorrido del primer tren) para pasar a Corrientes y de allí a Centro América (actual avenida Pueyrredón), hasta llegar a la estación Once de Septiembre. Y para finalizar digamos que la Plaza Once lleva este nombre precisamente en recuerdo de la Revolución de Septiembre de 1852, cuando Buenos Aires se separó del resto de las provincias argentinas.

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