Buenos Aires, revolución y secesión (II)
- Por Tras Cartón
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Rescatamos de nuestra edición impresa de septiembre de 1999 un artículo de Francisco Pais que invita a otra mirada sobre el acontecimiento del cual hoy se conmemora el 170º aniversario. El trabajo en cuestión lleva como título “Las provincias unidas en su trance más amargo”. Lo que sigue es su fiel transcripción.
El 11 de septiembre de 1852, la provincia de Buenos Aires se separó de la Confederación Argentina con la intención de constituirse en un Estado independiente, a riesgo de provocar la desintegración nacional. Fue el acontecimiento de nuestra historia que marcó el momento más crítico en el enfrentamiento que se entabló entre dicha provincia y el resto del país después de la batalla de Caseros.
Desde el estallido de la Revolución de Mayo, las Provincias (¿unidas?) no pudieron darse una organización nacional. La herencia de la colonización española, que trajo más aventureros que agricultores y artesanos, facilitó la formación, alrededor del puerto de Buenos Aires, de una clase ganadora y terrateniente que ahogaba el desarrollo del interior del país. Rosas fue el exponente más destacado de esa clase.
Después de 40 años de vida independiente, el país continuaba en el caos político y el atraso económico. José Ingenieros resume así el sistema de gobierno de aquella época: “1º Todos confiaban en Rosas la representación de las Relaciones Exteriores. 2º Rosas subvencionaba a todos, en dinero o en especie. 3º Cada uno era independiente y soberano en su feudo, siempre que marchase de acuerdo con Rosas. 4º El poder era personal, irresponsable y vitalicio, salvo accidentes. 5º Todos podían tener bandera, acuñar moneda y establecer aduanas interiores. 6º Rosas garantizaba con su poder militar la estabilidad de sus amigos”. Y concluye: “Tal fue, en la práctica, el sistema feudal en que se disgregaron las antiguas Provincias Unidas, contra todo principio nacionalistas y federal”.
Rosas, en una carta del 8 de diciembre de 1829, dirigida al ministro de la Banda Oriental, Santiago Vázquez, escribió: “Creen que soy federal, no señor, no soy de partido alguno. Usted sabe la disposición que hay siempre en el que no tiene, contra los ricos y superiores. Me pareció pues, muy importante conseguir una influencia grande sobre esa clase para contenerla, o para dirigirla y me propuse adquirir esa influencia a toda costa…”.
Juan Bautista Alberdi, el más destacado pensador de nuestra historia, autor del libro que fue material de consulta de los constituyentes de 1853 (Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina) resumió claramente la esencia del conflicto:
“¿Qué era el rosismo? La suma del poder público de toda la nación concentrada en Buenos Aires, asiento del gobierno de Rosas por la suma de los recursos e intereses económicos y financieros de toda la nación, puerto, comercio, aduana, tesoro, crédito, mercado, inmigración, tráfico exterior, opulencia… derrocar y cambiar ese estado de cosas en el sentido nacional o de igualdad y justicia en la distribución de los intereses de la Nación, fue el objeto que tuvo en vista la campaña coronada en Caseros el 3 de febrero de 1852”.
Después de Caseros comienza un difícil proceso para asentar sobre bases estables la organización del país. Urquiza designó gobernador de la provincia de Buenos Aires a Vicente López y Planes –el autor de la letra del himno nacional– y convocó a elecciones para legisladores. La nueva legislatura pretendió designar gobernador a Valentín Alsina pero Urquiza presionó y los legisladores ratificaron a Vicente López.
El 31 de mayo de 1852 se había firmado el Acuerdo de San Nicolás entre Buenos Aires, Entre Ríos, Corrientes y Santa Fe, el cual reconoció como Ley Fundamental de la República el Pacto del Litoral del 3 de enero de 1831 –que Rosas había violado– suprimió las aduanas interiores, otorgó el título de Director Supremo de la Confederación Argentina a Urquiza y ratificó la necesidad de convocar un Congreso General Federativo.
La legislatura de Buenos Aires rechazó el Acuerdo porque no aceptaba ser gobernada por un “caudillo”; Vicente López renunció y la legislatura lo reemplazó con el general Manuel Guillermo Pinto. Entonces intervino Urquiza, clausuró la legislatura y asumió el gobierno provisorio de la provincia.
Cuando en los primeros días de septiembre de 1852 Urquiza delegó la gobernación en el general José Miguel Galán y partió a Santa Fe para inaugurar las sesiones del Congreso Constituyente, los porteños aprovecharon la oportunidad y el 11 de septiembre dan un golpe encabezado por el general Pirán que respondía al partido unitario de Valentín Alsina. Se restableció la legislatura y es repuesto el gobernador general Pinto. Se obligó al ejército urquicista a retirarse. Se anuló el nombramiento de los dos representantes de la provincia ante el Congreso Constituyente por iniciativa de Dalmacio Vélez Sarsfield y se retiró la delegación de las relaciones exteriores acordada a Urquiza. Así Buenos Aires quedó segregada de la Confederación.
¿Por qué era tan enconado el enfrentamiento de las provincias con Buenos Aires, que costó diez años de luchas que llegaron al derramamiento de sangre fraterna? (Cepeda, 23/10/1859 y Pavón, 17/9/1861). Porque, si bien Rosas fue desplazado, el poder en la provincia de Buenos Aires quedó en manos de los estancieros y saladeristas que, como se ha dicho, dominaban el puerto, su aduana y, dueños de las mejores tierras y ganado, tenían el monopolio del comercio exterior, obstaculizando el desarrollo económico del resto del país.
El recuerdo de estos acontecimientos no es por mera curiosidad histórica; sirve para acercarnos a la comprensión de problemas que aún no han sido superados y siguen siendo causas de la crisis económica y política que padecemos crónicamente.