Andrei Sokolov y el realismo cósmico
- Por Miguel Ruffo
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Hoy se cumplen 90 años del nacimiento en Leningrado (actual San Petersburgo) de Andrei Konstantinovich Sokolov, pintor soviético especializado en temas de ciencia ficción. Desde niño tuvo afición por esta forma literaria y artística. Uno de sus trabajos consistió en ilustrar la novela de Ray Bradbury Fahrenheit 451. En 1957 la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) puso en órbita el primer satélite artificial de la Tierra y este acontecimiento marcó el devenir artístico de Sokolov, quien falleció en 2007.
El filósofo Kant señaló alguna vez que siempre el hombre se sentiría atraído por el cielo estrellado y la producción de Andrei Konstantinovich Sokolov ejemplifica en el arte el inmortal pensamiento del filósofo alemán. “Como artista traté de hacer mi propia contribución a los anales del asalto del genio humano del universo, intenté e intenté mirar hacia el futuro, sin mirar la realidad. Esto nos hace recordar las sabias palabras de nuestro gran compatriota Konstantin Eduardovich Tsiolkovsky: ´Nada ha terminado. Todo acaba de comenzar, el final nunca será’”, expresó Sokolov en una entrevista reproducida en la publicación en línea Voennoe Obozreniye*
.Algunas de sus obras las desarrolló en colaboración con el cosmonauta soviético Alexis Leonov, el primer hombre en flotar en el espacio al salir de la nave Voshod 2 en 1965. “Sokolov y Leonov, junto a muchos otros artistas del momento, realizaron una grandísima labor de divulgación del arte espacial y la exploración espacial tanto dentro como fuera de la Unión Soviética. Y les debemos gran parte del imaginario de ciencia ficción con el que contamos hoy día y el que nos queda por descubrir”, leemos en la página web Cultura con C de Cosmos.
Veamos alguna de las obras de quien se definía como “partidario del realismo cósmico”.
En Tarjeta postal en color, de 1985, en un imaginario planeta, que podría ser la mismísima Tierra, vemos a dos hombres provistos de un telescopio que observan un eclipse anular de Sol. Este paisaje futurista, en el que se destaca en primer plano parte de una nave espacial, nos lleva a pensar no en la Tierra sino en un lejano planeta, en el que la estrella de su sistema planetario es anularmente eclipsada por el satélite del planeta a la manera en que la Luna eclipsa al Sol.
¿Es acaso la Tierra observada desde la Luna? ¿Estamos en presencia de una base lunar? ¿Estamos frente a un más que posible futuro, donde el hombre podrá observar desde la Luna el planeta que fue (es) su cuna? Son preguntas que sugiere esta obra de Sokolov.
Una nave espacial con dos cosmonautas que parecen diminutos frente a ¿acaso un ser vivo que tiene la forma de un pulpo gigante? ¿Con qué formas de vida se encontrará el hombre en las lejanas estrellas? ¿Serán realidad los viajes interestelares? No lo sabemos. Pero sí sabemos la inmensidad del cosmos. Y este, cual si fuese un vasto océano, puede encerrar más de una sorpresa a la inteligencia humana. Esta obra parece ser un desafío a la capacidad imaginativa del hombre. El artista nos está diciendo que las formas de vida pueden ser tan diversas que nuestros conocimientos actuales son pequeños en relación a las maravillas de las formas universales que algún día el hombre conocerá.
El camino a las estrellas abierto por la Unión Soviética, como lo denota el emblema de la hoz y el martillo que vemos en la obra. Un camino donde las más diversas y adelantadas formas de la tecnología jalonarán la presencia del hombre en los espacios siderales. Las diagonales que avanzan en la penetración del cosmos se nos revelan como la figura simbólica que, por medio de sus significados, nos plantea el crecimiento cósmico del hombre. Son las formas diagonales que atraviesan los infinitos círculos del cosmos. Si el círculo es la figura geométrica que simboliza los ciclos de la naturaleza y la forma esférica del cosmos, las diagonales aluden a la ruptura del movimiento circular. Son la fuerza coheteril que permite superar la gravedad terrestre e introducirse en la gravedad celeste. Es el ascenso vertical del hombre. Es la ruptura con la esfericidad de la tierra. La cuna terrestre es dejada atrás y el hombre se interna en la infinitud del cosmos.
Para Mantra y Cobertor, obra en colaboración con Alexis Leonov, probablemente la experiencia de este cosmonauta, que abrió el camino para el trabajo del hombre en el firmamento, haya servido de fuente de inspiración. Vemos en ella a tres cosmonautas que están trabajando en el exterior de una estación espacial.
Dos cosmonautas observan desde una plataforma la base espacial de la que forman parte. ¿Están observando un nuevo diseño cósmico para hacerlo realidad en la base? ¿Están ante la necesidad de conciliar un programa? Nunca fue tal vez nos hable de los programas espaciales cancelados por falta de fondos de financiamiento. ¿Alude el título de la obra a la cancelación del transbordador espacial de la Unión Soviética? ¿Qué es lo que “nunca fue” en la realidad del hombre en el cosmos? ¿Cuáles son los sueños perdidos? ¿Cuáles son las realizaciones tecnológicas que no se pudieron concretar? Todo ello nos lo sugiere el título Nunca Fue.
*https://es.topwar.ru/58785-kosmicheskie-miry-andreya-sokolova.html