Alejandro Nevsky: hito del cine histórico
- Por Miguel Ruffo
- Tamaño disminuir el tamaño de la fuente aumentar tamaño de la fuente
Se cumplen hoy 85 años del estreno en Moscú de Alejandro Nevsky, película de Serguei Eisenstein, uno de los principales cineastas surgidos en el marco de la Revolución de Octubre. Películas como La Huelga (1924), El Acorazado Potemkin (1925) y Octubre (1927), con sus montajes, sus símbolos y con la aparición del pueblo que batía a su enemigo de clase, habían revolucionado a ese nuevo arte que era el cine.
La revolución rusa había abierto las energías creativas que latían en las clases trabajadoras. “Para los jóvenes artistas soviéticos, la Revolución de Octubre fue como un enorme fuego de alegría purificadora”, argumenta Luda Schnitzen. Pero la burocratización del partido y del Estado, la dogmatización staliniana y la imposición del realismo socialista cercenaron gran parte de las energías revolucionarias. Este contexto explica que las relaciones de Eisenstein con Iósif Stalin y su régimen estuvieran cargadas de conflictividad, ya que su estética, con sus cargas de simbolismos, no se ajustaba a los principios ortodoxos del realismo socialista.
En 1937 –después de algunos años de marginación–, Serguei Eisesntein fue autorizado a filmar una nueva película, pero en condiciones donde su libertad creativa se encontraba reducida al mínimo: Alejandro Nevsky. Se ha señalado que Eisenstein es muy poco Eisenstein en esta obra. No recurrió al montaje intelectual y complicado de otras películas suyas como El Acorazado Potemkin y Octubre. Se le indicó un tema histórico-patriótico, el de la lucha del príncipe Alejandro Nevsky contra los caballeros de la Orden Teutónica que habían invadido la primitiva Rusia en el siglo XIII. No muy disimuladamente el guion sugiere qué les pasaría a las tropas fascistas si atacaban a la Unión Soviética. Las tropas de Hitler tendrían el mismo destino que los caballeros teutónicos. Dicé el príncipe Nevsky: “El que venga a Rusia por la espada, morirá con la espada”.
Esta película se inserta dentro de las obras históricas de Eisenstein. Se trata de una historia concebida como una resurrección de épocas pretéritas, de épocas que son narradas al estilo de una novela clásica, donde el tiempo, cuál si este se limitase a una sencilla cronología, discurre ordenada y cronológicamente, llevando consigo a los hechos, de manera tal que estos resultan envueltos por aquel. Asimismo, según apunta Dominique Fernández, autor de una biografía del gran realizador, a este “se le impusieron los colaboradores, encargados de controlar la pureza ideológica de su trabajo”. Y entre estos, informa el biógrafo, nada menos que quien ocupó el papel de protagonista: Nicolás Chercasov, miembro del Soviet Supremo de la URSS, quien había participado en numerosas películas de “carácter propagandístico”.
En la película nos encontramos con un enfrentamiento entre el ejército regular de los caballeros teutónicos y la “gente del pueblo ruso”: de una “gente” que se levanta en defensa de su tierra cuya libertad e independencia se veían amenazadas. La forma de presentación de estas dos fuerzas revela la oposición entre los teutones y el pueblo. Los primeros están siempre representados en formaciones geométricas: cuadrados, triángulos, rectángulos. Son la fría racionalidad germánica. Los segundos, por el contrario, siempre se presentan en medio del bullicio de soldados y campesinos, en un exaltar de los sentimientos y de una espontaneidad cimentada en el amor a la patria que encuentra en Alejandro Nevsky a la fuerza que organiza e impulsa a la acción defensiva del terruño. Es más que una simple contienda. Es el enfrentamiento entre una cultura racional, fría en las proposiciones de sus formas geométricas, todas ellas mensurables, expresables en cantidades, en una matemática de la razón, y otra cultura donde el mundo de los sentimientos, de los afectos, de las pasiones, del amor a la Tierra Madre es lo que impulsa a la acción. Se trata de un dinamismo que fluye más allá de la racionalidad. Y toda esta antípoda cultural se encuentra enfrentada para dirimir el predominio de una u otra cultura. Casi podríamos decir que la película presenta la contraposición entre dos principios: el occidental y el eslavófilo. Y se resolverá en el campo de la batalla cual de los dos es el triunfador.
Pese a las limitaciones que tuvo Eisenstein para realizar esta película, su genio creador fue más allá del pensamiento de sus censores. Así nos encontramos con el simbolismo del blanco y del negro. El blanco es el que caracteriza a los caballeros teutónicos y estos están asociados a la crueldad, la oposición y la muerte; el negro, es el de los guerreros rusos que, después de todo, constituyen un ejército campesino asociado al heroísmo y al patriotismo. Una inversión en el significado del blanco y del negro, de la luz y la oscuridad. El blanco es la oscuridad de los teutones, el negro es la luz del pueblo ruso. Más bien se trata de grises que resultan del no cromatismo de la película.
Junto al simbolismo del color y acompañándolo nos encontramos con el simbolismo del sonido. El citado Fernández define el canto de los caballeros teutónicos como “rígido, metálico y orquestal, y al del pueblo ruso lo encuentra “claro, vivo y natural”. La naturalidad del canto del pueblo ruso está expresando en el terreno de la música y de la voz todo lo asociado a la libertad de los sentimientos; en oposición, lo orquestal que acompaña el marchar de los teutones, expresa la racionalidad y el orden de los coros.
Eisenstein señaló que Alejandro Nevsky es la menos personal y la más superficial de sus películas, “salvo la parte de la batalla sobre el hielo”. En efecto, consideró que el “ataque de los caballeros” era una de las tres secuencias más brillantes de su obra cinematográfica. Junto a la secuencia de la “escalinata de Odessa” y la del “Encuentro con la Escuadra”, ambas pertenecientes a El acorazado Potemkin, las secuencias del “Ataque de los Caballeros y la batalla en el lago Pepis” marcan la cumbre de la obra y el resultado de las diferentes búsquedas de Eisenstein: los hielos se abren, se descongelan; los caballeros teutónicos se hunden devorados por las aguas que, en las primeras escenas de la película, aparecen como suministradoras de alimentos para el pueblo ruso, de peces que serán pescados. Las aguas como dadoras de vida y las aguas como madres de la muerte para los invasores teutónicos.
El éxito inicial de Alejandro Nevsky se debió en parte a las circunstancias históricas en que fue filmada: el ascenso de Hitler y del nazismo y la amenaza de la guerra. Por fin, en 1939, Eisenstein obtuvo la Orden de Lenin por esta obra. Una película que, según el ya citado Fernández, unió al mismo tiempo una fiesta popular y una parada militar, todo ello como en un ritmo de ópera. De una fiesta popular, porque es el pueblo el que derrota a los invasores; de una parada militar, porque es el pueblo el que se viste de soldado; de una ópera porque es el pueblo el que entona y marcha al son de composiciones musicales, como el “Canto de Alejandro Nevsky”, “A Las Armas Pueblo Ruso” y “La Entrada de Alejandro en Pskov”.
Fuentes consultadas:
AAVV (1974). Cine y Revolución (El Cine soviético por los que lo hicieron). Buenos Aires, Ediciones de la Flor.
Fernández, Dominique (1975). Eisenstein. El Hombre y su obra. París, Grasset y Fausquelle.