“16 rosas rojas nacidas de madrugada”
- Por Miguel Ruffo
- Tamaño disminuir el tamaño de la fuente aumentar tamaño de la fuente
Hoy se cumplen cincuenta años del episodio que se recuerda como la masacre de Trelew, cuando 16 guerrilleros pertenecientes al Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y Montoneros fueron asesinados en la base naval Almirante Zar por el ejército argentino. Por entonces gobernaba el país la dictadura militar del general Alejandro Agustín Lanusse.
Todo se había iniciado el 15 de agosto de 1972 cuando las organizaciones guerrilleras que operaban en el país habían planificado la fuga de 200 de sus hombres que se hallaban presos en el penal de Rawson. Solo un pequeño grupo integrado por Mario Roberto Santucho, Víctor Fernández, Ana Weissen y Enrique Gorriarán Merlo (del ERP); Roberto Quieto, Carlos Goldemberg y Marcos Osatinsky (de las FAR) y Fernando Vaca Narvaja (de Montoneros) alcanzaron la posibilidad de fugarse en un avión con destino a Chile. Era la concreción parcial de un plan ideado por Santucho y que consistía en organizar la fuga de 110 militantes de las organizaciones guerrilleras más importantes de la Argentina. Todo estaba previsto para las 18:00 del día señalado y debía comenzar con una acción en el interior del penal tendiente a tomar su control, mientras grupos externos de las organizaciones mencionadas preparaban en camiones y autos la evasión de los presos hacia el aeropuerto de Rawson. Allí, valiéndose del secuestro de aviones de Aerolíneas y Austral, los fugitivos podrían alcanzar Chile, donde gobernaba el presidente socialista Salvador Allende.
Santucho y Osatinsky le habían hecho saber su plan de evasión el mismo día de la fuga a Agustín Tosco, dirigente sindical del gremio de Luz y Fuerza y uno de los principales protagonistas del Cordobazo, también encarcelado en el penal. Le propusieron que, si así lo deseaba, le aseguraban un lugar entre los que escaparían. El dirigente sindical clasista les contestó: “Miren, les agradezco y les deseo toda la suerte, pero yo no puedo rajarme así. A mí me toca esperar que me liberen las luchas populares. Para ustedes, que están en la lucha armada, es lógico que traten de fugarse, pero yo no. Igual les deseo que todo salga bien, compañeros, en serio”, citan Eduardo Anguita y Martín Caparrós en La Voluntad. Una historia de la militancia revolucionaria en la Argentina 1966-1973.
A las 18.30 comenzó la toma del penal. En el exterior, uno de los guerrilleros que conducía uno de los camiones preparados para la fuga, escuchó disparos y le pareció visualizar la agitación de una frazada en una de las ventanas del penal. Creyó que le estaban diciendo que la operación había fracasado y dio la orden de retirada a los vehículos de apoyo. Fue un grave error, porque al salir del penal los guerrilleros presos no encontrarían los vehículos necesarios para trasladarse con tiempo al aeropuerto, dada la hora en que llegaban los vuelos. Solo los siete guerrilleros que, en tanto jefes de las organizaciones armadas, integraban el grupo más importante, pudieron llegar al aeropuerto de Trelew en un Ford Falcon de apoyo y en un secuestrado avión de Austral modificar su destino y desviarlo hacia Chile. Entretanto, los otros combatientes fugados lograban conseguir unos vehículos, concretamente cuatro coches, y dirigirse hacia la misma terminal aérea. Pero ya no se encontraban los aviones. “Llegarían al aeropuerto de Trelew con un retardo fatal. (…) Arribaron al aeropuerto cuando el BAC 111 (Austral) ya estaba en el aire. El ejército y la infantería de marina tomaron el control del penal de Rawson y ocuparon la ciudad de Trelew”, relatan Anguita y Caparrós. Imposibilitados de subir a un avión, con las fuerzas represivas en el aeropuerto, los guerrilleros se encontraban cercados y tuvieron que negociar su rendición. En tal circunstancia dramática, manifestaron a la prensa y a la televisión: “Aquí hay compañeros de tres organizaciones, ERP, FAR y Montoneros: esta acción es significativa de nuestra voluntad de unirnos. Estamos juntos en esto y vamos a luchar juntos por la liberación de nuestro pueblo. Hoy nos separan algunas diferencias políticas pero estamos seguros de que al calor de la lucha estas diferencias van a ser superadas. Dos de las organizaciones que estamos aquí, representadas en algunos de sus miembros, son organizaciones peronistas. La otra no lo es, pero eso no es ninguna traba de nuestra voluntad de unidad que estamos aplicando”. Luego de aludir a la diversa procedencia social de quienes integraban el grupo, el vocero concluyó: “Nos vamos a entregar en presencia del juez Godoy para garantizar nuestra integridad y nuestra seguridad física, no solamente para que no nos asesinen como han asesinado a otros compañeros sino para no caer bajo la tortura a la cual permanentemente las fuerzas represivas son adictas”. Por ello solicitaron para entregarse no solamente a un juez y a la prensa, sino también a un médico que certificase su estado de salud.
El capitán Sosa les manifestó que los llevarían a la base Almirante Zar. Cuando llegaron fueron distribuidos en ocho celdas chicas. Los dos primeros días el tratamiento fue correcto. Luego cambió todo. Los conscriptos fueron reemplazados en la custodia por suboficiales con ametralladoras. Constantemente los marinos entraban a las celdas, los obligaban a desnudarse y tirarse cuerpo a tierra en un piso frío por dos o más horas o a pararse de cara a la pared con las piernas abiertas. Estas torturas fueron la anticipación de la decisión de la dictadura de Lanusse de asesinar a los guerrilleros presos en la base.
En la madrugada del 22 de agosto, los diecinueve prisioneros fueron sorpresivamente despertados, sacados de sus celdas, obligados a alinearse y fusilados. Con la intención de presentar el hecho como la represión a un intento de fuga, no todos son rematados. Siete son llevados con vida a enfermería, de los cuales solo sobreviven tres: María Antonia Berger, Ricardo René Haidar y Alberto Miguel Camps. Rememora Ernesto Jauretche: “El país conmocionado por la matanza. Carlos Astudillo, Rubén Bonet, Eduardo Capello, Mario Delfino, Alberto del Rey, Alfredo Kohan, Clarisa Lea Place, Susana Lesgart, José Mena, Miguel Polti, Mariano Pujadas, María Angélica Sabelli, Ana María Villareal de Santucho, Humberto Suárez y Jorge Ulba son héroes y mártires. Todos los actos de aquí en adelante comienzan con un minuto de silencio. A la mención de cada uno de sus nombres, las multitudes juveniles responden con un emocionado: ‘Presente’”. Una pintada callejera aparecida por ese entonces proclamaba: “16 rosas rojas nacidas de madrugada florecerán cada agosto en la tierra liberada”.
Mientras tanto el grupo que había logrado fugarse a Chile esperaba la resolución del gobierno de Salvador Allende de permitirles seguir con destino a Cuba. En Todo o Nada. La historia secreta del jefe guerrillero Mario Roberto Santucho, Maria Seoane cuenta que Allende, cuando tomó la palabra para referirse al caso, dijo primero: “Chile no es un portaviones que se lo use como base de operaciones. Chile es un país capitalista con un gobierno socialista y nuestra situación es realmente difícil”. Y continuó luego: “La disyuntiva es entre devolverlos o dejarlos presos”. La historiadora escribe que en ese momento se produjo un silencio que Allende rompió con un puñetazo sobre la mesa para exclamar: “Pero este es un gobierno socialista, mierda, así que esta noche se van para La Habana”.
Así, los guerrilleros que alcanzaron a concretar la fuga, se dirigieron a Cuba, “primer territorio libre de América”, como era llamada la isla del Caribe por los revolucionarios de la época.
La masacre de Trelew se inscribe en la historia de las luchas populares argentinas como un fusilamiento indiscriminado al que recurrió una dictadura militar por entonces acorralada, en franca retirada y donde solo le restaba… matar.
Fuentes consultadas
Anguita, Eduardo y Caparrós, Martín (1998). La Voluntad. Una historia de la militancia revolucionaria en la Argentina 1966-1973, Tomo 1, Buenos Aires, Norma.
Jauretche, Ernesto (1997). Violencia y política en los 70. No dejes que te la cuenten, Buenos Aires, Ediciones del Pensamiento Nacional.
Seoane, María (1991). Todo o Nada. La historia secreta del jefe guerrillero Mario Roberto Santucho, Buenos Aires, Planeta.