Edición impresa mayo 2010
LA CIUDAD Y EL BICENTENARIO V
1810: ¿Vamos al teatro?
Por Miguel Ruffo
El teatro occidental tiene su origen en la Grecia Antigua. Desde entonces, las representaciones escénicas han acompañado al hombre de Occidente en todas sus sociedades y culturas. Sobre cómo se manifestaba el fenómeno en la Buenos Aires de vísperas de 1810 y sobre sus antecedentes inmediatos versa la presente entrega.
Con la conquista y colonización española, el teatro llegó al Río de la Plata. Al respecto, debemos distinguir al teatro como práctica artística del teatro como el espacio edilicio donde se realizaban las representaciones. En el primero de los órdenes, los orígenes se pierden en la Buenos Aires colonial; en el segundo aspecto, contamos con una mayor precisión.
En 1783, durante el virreinato de Juan José de Vértiz y Salcedo, se inaugura el Teatro de la Ranchería, donde se estrenan, primero, la primera tragedia escrita en el Río de la Plata, intitulada Siripo, y poco después la primera obra del género gauchesco: El amor de la estanciera. Siripo fue escrita por Manuel José de Lavardén y se basa en la leyenda relatada por Ruíz Díaz de Guzmán en su obra La Argentina, basada a su vez en un hecho acontecido en el fuerte de Sancti Spíritu, sitio de residencia de la primera población española en territorio de la actual República Argentina. Atacado el fuerte por los indios, Lucía Miranda, hermosa esposa de Sebastián Hurtado, es tomada como cautiva. Ésta logra convencer al cacique Siripo de que perdone la vida de su marido y aquél accede a ello, pero pone como condición que Lucía y Hurtado no han de verse más. Los esposos faltan al compromiso jurado y son condenados a muerte.
El Teatro de la Ranchería tenía paredes de madera y adobe y el techo era de paja. Estaba ubicado en la intersección de las actuales calles Perú y Alsina. Su sala era sencilla: consistía en un patio o platea, donde había filas de bancos, a las que no podían tener acceso ni los negros, ni los mulatos ni los mestizos. El virrey contaba con un palco exclusivo. Era estricta la separación de los sexos, ya que las mujeres debían concurrir a la parte superior, denominada cazuela. La sala estaba iluminada con arañas que portaban velas de sebo. La Iglesia no veía con buenos ojos la “Casa de Comedias”, como se denominaba al teatro, y sostenía que con aquélla había ingresado en la ciudad “la corrupción moral”. La Ranchería fue destruida por un incendio causado por un cohete volador disparado durante una festividad religiosa desde una iglesia de la vecindad en 1792.
El segundo teatro fue el Gran Coliseo, que nunca llegó a terminarse y, como dice Cosmelli Ibáñez, “considerando que la construcción llevaría varios años, en breve tiempo fue erigido el ‘Coliseo Provisional de Comedias’ (…) [que] abrió sus puertas en mayo de 1804, en un local situado en la intersección de las calles Reconquista y Cangallo [Juan D. Perón], con el portón principal de la entrada frente a la Iglesia de la Merced”. En ese teatro, en la noche del 24 de junio de 1806, el virrey Rafael de Sobremonte estaba viendo El sí de las niñas, de Moratín, cuando se enteró del desembarco de los ingleses en las costas del Plata y su avance en dirección a Buenos Aires. “Durante las invasiones inglesas –dice Piccirilli– entre los paredones a medio alzar de este presunto ‘Coliseo Definitivo’, acamparon las tropas del Cuerpo de Vizcaínos. Los acontecimientos de mayo de 1810 encontraron al teatro en lamentable atonía, tanta que algunos autores ilustres –Vicente Fidel López por ejemplo– han inventado novelescos incidentes entre nativos y españoles, ocurridos en su recinto clausurado”.
Después de la Revolución de Mayo, el 11 de noviembre de 1810, el Coliseo abrió nuevamente sus puertas con un espectáculo lírico a cargo del tenor Pedro Angelelli; pero lo más relevante eran las representaciones de un “teatro patriótico”. No obstante, afirma Piccirilli: “Tan promisorio comienzo del teatro de la Revolución se desvirtúa en los años subsiguientes, pues la inestable suerte de las armas patriotas influye en la situación general y, por ende, en el teatro. Desde 1813, la Policía toma a su cargo como empresaria la sala del Coliseo; allí se canta por primera vez en público el Himno Nacional”.