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TRAS CARTÓN   La Paternal, Villa Mitre y aledaños
 19 de mayo de  2024

25 de enero de 2011

ANTICIPO LITERARIO

Un hurón que seguirá dando que hablar

 

Por Haydée Breslav

El último libro de Roberto Díaz, de próxima aparición, tiene como protagonista al mismo de su anterior trabajo en prosa, Un hurón en las calles, que significó el brillante inicio del autor en el género policial; más precisamente, en el policial negro. En diálogo con Tras Cartón,  Díaz ofrece un anticipo de El muerto que vos matás, como se titula su nueva obra.

“Tres meses llevó escribir esta segunda parte de Un hurón en las calles”, comienza diciendo Díaz, y prosigue: “Los que han leído Un hurón… saben de ese final dramático, donde al personaje central le ocurren esas desagradables cosas, final que trajo muchas controversiales discusiones”. Recordemos que el personaje, un singular antihéroe conocido simplemente como el Gordo, aparecía suicidado en circunstancias poco claras.
“En esta segunda parte, el Gordo reaparece tan lozano y fresco, con nuevos y raros entuertos que hay que aclarar”, revela Díaz;  no podemos evitar pensar en Conan Doyle resucitando a Sherlock Holmes.
A diferencia de éste, el Gordo no conserva su apariencia anterior: “Ha perdido mucho peso y ha tenido que cambiar su fisonomía: la dieta del doctor Alposta lo fue afinando; el aderezo de otra vestimenta, otro color de cabello, la ausencia del bigote, el cambio de la identidad y el distanciamiento de sus amigos y de sus afectos han hecho el resto. Ya no es el detective de Un hurón…” describe el autor.
Y se apresura a aclarar, para tranquilidad de los seguidores del Gordo: “Pero es el sabueso de siempre; si bien tiene una vida complicada (más ahora, que tuvo que cambiar de identidad) no pierde su olfato de hurón, y eso le permite descubrir la mugre donde, aparentemente, todo es un sendero de rosas…”
Díaz explica que su nuevo policial no admite una lectura independiente de la del anterior. “El muerto que vos matás… no se puede leer si, antes, no se ha leído Un hurón en las calles. Porque son partes de una misma historia y hay datos y episodios donde se rememoran los anteriores avatares y todo tiene su porqué, su lógica”. 
Es así como también reaparecen otros personajes. “El Gordo y el Coronel, su jefe, están otra vez juntos, a pesar de los cortocircuitos de la primera parte”, anticipa; el lector recordará que ésta cerraba con la ambigua actitud del Coronel después del no menos ambiguo anoticiamiento de la muerte del Gordo. Díaz continúa: “Pero, en verdad, nada sería el Gordo sin el Coronel, y viceversa: se necesitan, se complementan. Ahora hacen una vida bastante de hogar, jugando muchas noches al backgammon en el moderno cottage que el Coronel construyó en un barrio cerrado”, especifica. 
A lo que parece, esta segunda parte presenta enfoques y contenidos diferentes. Díaz así lo explica: “El muerto que vos matás… redondea, a mi entender, algunas escenas de Un hurón en las calles, no porque las historias sean iguales; de hecho, ni siquiera son parecidas. Hay una mirada más aguda de la realidad actual y anterior, una Buenos Aires más delineada, no tan ambigua, y un personaje que, sin perder ciertas mañas, debe acatar códigos que, para él, en estas circunstancias, son de hierro”.
Así, la ciudad conserva, y aumenta, el protagonismo que el autor ya le había asignado. “La Buenos Aires caótica que [el Gordo] pisa es la de siempre: una ciudad que creció a los trompicones, a negociado limpio, a promesas incumplidas. La conoce como si la hubiese parido y la padece como el que más; pero nunca podrá irse de ella y, cuando se aleja por unos días (como en el capítulo segundo) la extraña y se ‘embola’, como dice él”.
La ciudad también muestra su presencia en el lenguaje, que Díaz así define: “Es una mezcla de argentino lunfa, con giros totalmente aporteñados, con ese desparpajo que suele tener el habitante de esta ciudad cuando hay mucha calle de por medio. Es que los personajes, en general, son de por aquí nomás y muestran su comedia y su tragedia, como dos caras de una misma moneda. Porque, convengamos, los humanos somos así”.

Las nuevas historias

Díaz rescata asimismo “el placer maravilloso de narrar, de contar historias, de rememorar anécdotas, de hacer reír o emocionar al lector.” En este sentido, se pregunta por la recepción que encontrarán los nuevos casos: “¿Qué pensará ese lector de esta novela donde el Gordo, volviendo de enterrar a un amigo, halla, en el cementerio, dos sepulturas iguales, a metros una de la otra, con el mismo nombre y apellido, la misma fecha de nacimiento y de fallecimiento de los dos finados? ¿Y de ese tipo que dijo que iba a comprar cigarrillos y se perdió de la vista de su familia? La historia sigue veinte años después… ¿Y de Pedrito, ese muchacho que, cuando le querían comprar papas a mayor precio del que las vendía, decía: ‘no puedo, no puedo, no puedo’? ¿Y del crimen de esa chiquilina metida en ambientes impropios? ¿Y de ese diálogo de locos, en la habitación de un hotel del Once, todas las noches, sin parar, entre dos amantes desavenidos? ¿Y de la vida (o la noche) en ese geriátrico, con el Gordo disfrazado de camillero?”
Nos enteramos también de que “hay un hombre al que el amor le hace abandonar su enclaustramiento de años y desatar una tragedia”; por otra parte, “hay que buscar algún cuzquito perdido y saber quién le robó a Cervera, el tipo que hacía café en aquella empresa que sufría ‘robos hormigas’; hasta una copia de un Bernaldo Cesáreo de Quirós faltó…”
El nuevo thriller incluye referencias históricas y literarias; al parecer, las primeras contienen importantes revelaciones. “El lector se enterará, por ejemplo, de por qué Lavalle mató a Dorrego. No, no es por los motivos que siempre le contó una historia adocenada,” adelanta, y ya no suelta prenda.
Acto seguido, pasa a las referencias literarias para contar que “el inspector Bozzola, de la Federal, era capaz de comerse doscientas cincuenta ostras, como Honorato de Balzac.” Y precisa: “Dicen que una noche, los comensales de un célebre restaurante de París se pusieron de pie para aplaudir al autor de La comedia humana, cuando introdujo en su boca la ostra número doscientos cincuenta. ¿Verdad? ¿Ficción? ¡Vaya uno a saber!..”
A pesar de que, al igual que el anterior, el nuevo libro no exceptúa “escenas de gran hilaridad”, se resuelve en un final que, en palabras del autor, es “triste, dramático, abierto a todas las interpretaciones, auspiciando, de algún modo, nuevas historias de este personaje”. Evidentemente, durante largo rato y para alegría de los lectores, el hurón seguirá dando que hablar.

 

 

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