En memoria de María José Cantilo
- Por Tras Cartón
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Gran tristeza nos ocasionó la noticia de la muerte de la cantautora María José Cantilo. Tenía 68 años y estaba viviendo en El Bolsón, provincia de Río Negro, después de haber residido casi una década en nuestro vecindario, en un departamento ubicado en la calle Magariños Cervantes. Justamente allí, a fines de 2011, tuvimos la oportunidad de hacerle una entrevista que salió publicada en la edición impresa de Tras Cartón de diciembre de ese año y que ahora, a modo de homenaje, reproducimos en nuestro sitio web. Llevaba el título de “Hacia la esencia de la canción”. Decía así:
Grata sorpresa resultó descubrir que María José Cantilo, una insoslayable intérprete y cantautora vinculada a la vertiente rockera de la música popular, es desde junio de este año vecina nuestra. Y más grata resultó aún su disposición a recibirnos en su departamento de Magariños Cervantes para que sea posible esta nota.
Desde los años de su debut en los escenarios rockeros en los albores de la década del 80 hasta este presente que la encuentra activa e innovadora, pues acaba de editar su primer disco sin más instrumentos que su voz y su guitarra, María José Cantilo ha transitado un largo camino en el que incursionó en diversos géneros como intérprete y exploró distintas temáticas como cantautora. Esencias, que es el nombre que lleva el disco mencionado, es un resultado de este último gesto, pues todos los temas que incluye le pertenecen.
–Tenía un montón de temas de mi autoría que no los había grabado todavía y que me parecía importante que quedaran registrados. Lo que más me importaba era el hecho de que trascendiera la canción por la canción misma. Está producido por Gaspar Benegas, un hijo músico guitarrista del Indio Solari y de Las manos de Filippi.
–¿Qué lo diferencia de tu producción anterior?
–Yo le daba mucha bola a los arreglos orquestales y, a veces, en pro de los arreglos, se perdía un poco la esencia de la canción. Esa cosa que pega más íntimamente como si yo estuviera cantando acá en el living, o esa cosa más de fogón, como eran las canciones de Sui Generis que a mí me gustaban mucho.
–Los temas que abordás en Esencias son variados, ¿qué los unifica?
–El hilo conductor es el amor, pero el amor en todas sus formas. Por los hijos (tengo canciones para mis hijos). Por la música. Por la tierra. Por El Bolsón. Tengo un tema para mi vieja, que ya no está en este plano. El disco apunta más que nada a pegar en el plexo solar, o sea, hacer una cosa que emocione.
–Mencionaste a El Bolsón, ¿qué significa para vos?
–Diez años de un intento de vuelta a la naturaleza, de vuelta a las raíces, y de autoabastecimiento y de mantenerse medio separados del sistema y de la sociedad de consumo. Por bastante tiempo lo logramos. Ocupamos un terreno fiscal. Mi marido construyó una cabaña y yo tuve mis hijos ahí, generalmente atendida por él en los partos. Hacíamos huertas, teníamos una vaca que ordeñábamos… Tratamos de hacer el manual del hippie a la perfección. Ahora están algunos de mis hijos allá y yo todos los veranos vuelvo y disfruto del lugar que en esos meses es el paraíso terrenal.
–¿Qué te parece una retrospectiva de tu trayectoria musical? ¿Cómo nació tu vocación?
–Un poco siguiendo los pasos de mi hermano [Miguel]. Yo tenía quince años y él ya estaba con Pedro y Pablo pegando en su primer disco con temas como Yo vivo en una ciudad y Marcha de la Bronca. Después se fue a vivir a una casa en la calle Conesa (y así se llama su segundo disco) y esa casa siempre estaba llena de músicos de la primera hora del rock (Spinetta, Pappo, Moris, Roque Narvaja), que serían figuras con el tiempo, y ahí estaba metida de lleno en un mundo musical y en un mundo muy liberal y bohemio. Pero si bien yo componía, era medio tímida en ese tiempo como para animarme a mostrarlo. Tampoco el rock era un medio que admitiera demasiadas mujeres, así que opté por irme a vivir al sur y tener mis hijos allá con mi pareja hasta que al cabo de diez años a mí me empezó a picar bastante fuerte el bichito de hacer algo con la música. En ese momento llegó Miguel, que había estado diez años exilado en España, y fue a visitarnos a El Bolsón y escuchó las canciones que yo estaba haciendo y me dijo “¿por qué no tratás de grabar esas canciones?”. Y así fue como en el 82 me vine a Buenos Aires con el viento de la post Malvinas de cola que me empujaba y que me arrió con bastante suerte porque no se escuchaba música en inglés en la radio en esa época. En noviembre del 82 me estaban invitando a subirme sola con la guitarra a un escenario gigante frente a ocho mil pibes que estaban tirados en el pastito a las doce del mediodía, muy tipo Woodstock, y ahí canté cuatro canciones, entre ellas el tema El Huracán, de Bob Dylan.
–Ese tema fue muy emblemático para vos…
–Sí. Porque de pronto ahí, en ese lugar, se daba eso de alguien que empezaba a cantar algo que no habían escuchado nunca, en que pronto se empezaron a parar y yo terminaba cada estrofa y aplaudían. Y al final terminaron de pie todos aplaudiendo. Muy mágico.
–Vos hiciste la traducción… ¿Conocías alguna versión en español?
–No. Yo la traduje por la pasión que me producía la letra y la situación.
–Más allá de tus inicios rockeros, vos como intérprete transitaste muchos géneros…
–Con Esteban Morgado, que es un músico ecléctico también, armamos durante un tiempo un show en el que hacíamos de todo (en Clásica y Moderna): Beatles, bossa nova, jazz, algunos temas de folclore y algunos tangos, que no es lo mío. Yo siempre pensé que para el tango hay que tener un sentimiento bien arrabalero.
–¿Cómo definirías la música que componés?
–Baladas de folk. En eso no soy muy novedosa. Ese es mi estilo genuino. Nosotros somos un crisol de inmigrantes y es difícil encontrar una identidad.