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Trágica y gloriosa

Trágica  y gloriosa

Se cumplen en estos días cien años de una de las luchas más importantes protagonizadas por el proletariado argentino y que se recuerda como la Semana Trágica de enero de 1919. Esos días han quedado inscriptos entre las páginas más gloriosas de su historia.

Hacia el 7 de enero de 1919 los obreros de los talleres metalúrgicos de Pedro Vasena se encontraban en huelga. “Los huelguistas exigían la reducción de la jornada de trabajo de 11 a 8 horas, aumentos escalonados de jornales, la vigencia del descanso dominical y la reposición de los delegados obreros echados por la empresa al iniciarse el conflicto”, dice Julio Godio. La patronal intentaba derrotar la huelga contratando rompehuelgas, llamados despectivamente “crumiros”. Los enfrentamientos entre los trabajadores y los crumiros derivaron en una represión policial cuando los primeros intentaron impedir el ingreso de los segundos al taller. El saldo fue de cuatro obreros muertos. Ante esto, la FORA del V Congreso, de tendencia anarquista, llamó a una huelga general. La FORA del IX Congreso, de tendencia sindicalista, declaró una huelga general a partir del 9 de enero.

Es importante reparar en los diferentes planteos en relación a la huelga general, porque ello revela diferentes posiciones en cuanto a los objetivos que debía tener la lucha de los trabajadores.

La dirección de la FORA del IX Congreso quería limitar la huelga al pliego de reivindicaciones de los obreros de los talleres Vasena. Los ferroviarios proponían agregar a estas las demandas de los obreros del riel, consistentes en aumentos salariales negados por las empresas extranjeras que controlaban los ferrocarriles. Los obreros del calzado proponían reivindicaciones del conjunto de la clase: a las demandas de los obreros de  Vasena, debía agregarse la reincorporación de los municipales, telegrafistas y empleados postales que habían sido declarados cesantes en otras tantas huelgas anteriores; la jornada de trabajo de 8 horas; la derogación de las leyes represivas de Residencia y de Defensa Social, y la libertad de los presos gremiales. Los sindicalistas, que controlaban la dirección de la FORA del IX Congreso, la principal organización gremial, se oponían a una radicalización del conflicto que pudiese obstaculizar sus negociaciones con el gobierno radical, orientadas a lograr una solución de la huelga que satisficiera exclusivamente las reivindicaciones de los obreros de los talleres Vasena.

Para comprender la dinámica de la huelga general y las formas de lucha de la clase obrera, es necesario reparar en las tres tendencias ideológicas presentes en el movimiento obrero argentino a principios del siglo XX: anarquistas, socialistas y sindicalistas. A ellos se agregarían los socialistas internacionalistas, luego comunistas, recién constituidos en enero de 1918.

Los anarquistas se oponían a toda forma de lucha política, por eso los veremos criticar la “solución parlamentaria” que los socialistas se habían trazado como objetivo para resolver la huelga anudada a partir de las luchas de los obreros de Vasena. Para los anarquistas, lo central era desarrollar en el seno de la clase obrera una experiencia revolucionaria que educase y preparase a la clase en su enfrentamiento con la patronal y el Estado, y fuese capaz de dar paso, si el conflicto se agudizaba, al desplome del capitalismo y al desarrollo de una sociedad de productores libres. Por eso, la FORA del V Congreso se opondrá radicalmente a las tendencias conciliadoras y negociadoras de la FORA del IX Congreso, y buscará capacitar a la clase en una lucha cada vez más violenta con los patrones y el Estado. La sustitución en el gobierno de los conservadores por los radicales no implicaba diferencia alguna para los anarquistas. El No al Estado incorporaba a toda forma de gobierno.

Los anarquistas bregaron por desarrollar entre los obreros formas de autodefensa y ataque para la lucha en las calles. Constituyeron pequeños grupos armados para defender las manifestaciones, atacar las comisarías y armerías, con el objeto de proveerse de armas, y repeler la represión policial. Estos grupos eran una experiencia de guerrilla urbana. Eran luchas en el seno de la clase obrera, pero no era una lucha de la clase. Solo una minoría de obreros participaron en las acciones armadas.  

Los socialistas se oponían a la estrategia anarquista de huelga general y, una vez declarada esta, trataron de resolver el conflicto en el seno del Congreso. Esto era acorde con su concepción evolutiva, de reformas graduales a través de medidas que debían ser sancionadas por el Congreso. En las jornada del conflicto no perdieron oportunidad para llevar adelante sus reivindicaciones de reforma social: satisfacer los reclamos de los obreros de Vasena por medio de una ley y dar paso a las reformas de fondo que se necesitaban en el sistema legal argentino, contemplando el desarrollo de una ley de asociaciones profesionales, de tribunales de arbitraje, de pensiones y jubilaciones. Mientras las calles ardían, los socialistas buscaban, en espurias alianzas parlamentarias, cuestionar la represión en que parecía haberse refugiado el gobierno radical, y no vacilaron en unirse a sectores de los conservadores para interpelar al ministro del Interior y al mismo tiempo oponerse a toda sanción del estado de sitio. Esta actitud de los socialistas, buscando en los métodos parlamentarios una salida a la situación conflictiva, era el lógico corolario del reformismo que había ganado a la dirección del partido.

Los sindicalistas, que en su origen habían sido una tendencia interna de los socialistas que criticaba sus métodos electorales y parlamentarios, hacia 1919 ya habían abandonado sus veleidades revolucionarias y sostenían un reformismo gremial. Por eso, la FORA del IX Congreso, controlada por ellos desde 1915, trató siempre de limitar los alcances de la huelga, privilegiando las negociaciones con el gobierno. La presencia del radicalismo, con Hipólito Yrigoyen como presidente, le daba la posibilidad de encontrar un interlocutor en el gobierno para presionar a la patronal de la empresa metalúrgica de Pedro Vasena –en la que participaban capitales británicos– a fin de satisfacer las reivindicaciones de los obreros en huelga desde diciembre de 1918. Los sindicalistas se opusieron a las formas violentas que los anarquistas pregonaban y finalmente alcanzaron la mayoría de los objetivos de los huelguistas cuando el gobierno radical, que había salvado el principio del orden mediante la represión, presionando a la patronal, logró que esta cediese ante los reclamos obreros.

Los socialistas internacionalistas recién se habían constituido como partido. Sin embargo, la Revolución Rusa, a la que ellos habían adherido, sí ejerció influencia en el movimiento obrero argentino, que también vio su espíritu agitarse y envalentonarse por el triunfo de los trabajadores en aquel país. Una oleada revolucionaria recorría el mundo. Mientras los obreros veían sus luchas estimuladas, la burguesía y sus estados temían el avance del proletariado. La Argentina no fue ajena a la nueva situación internacional, y ello se veía no solo en el ánimo de los obreros sino también en el temor de la burguesía a la revolución social. Si el comunismo era un fantasma que recorría el mundo en 1848, ahora comenzaba a ser una realidad. Y el miedo a la revolución proletaria conducía al gobierno a la represión.

Se ha señalado en más de una oportunidad que el radicalismo representó una democratización política. Si esto es así, ¿cómo se explica la Semana Trágica? Es que la democratización tenía sus límites por su carácter burgués. Esta condición de clase de la democracia argentina explica que el gobierno reprimiese, sin excluir la negociación.

Y la represión corrió por cuenta no solo de la policía, sino también del ejército. En efecto, contingentes militares fueron movilizados en Buenos Aires para que el sacrosanto orden de la propiedad privada fuese defendido frente a los “maximalistas”, como se denominaba a los revolucionarios. Más aún, no solo la policía y el ejército, sino también grupos de choque, como los que constituyeron la Liga Patriótica, triste antecedente del fascismo. “Niños bien” de la burguesía se lanzaron a la represión, a la “caza del judío”, por la asociación que se establecía entre el judaísmo y el comunismo. Por eso no nos debe extrañar que un barrio como Villa Crespo, con importante población judía, registrase actividades propias de un “pogrom antisemita”. En su imaginación, la burguesía veía soviets. Era el aparato represivo del Estado burgués dirigido contra la clase obrera.

La Semana Trágica dejó un saldo de más de 700 muertos. No vaciló la burguesía en disparar contra los obreros. Después de los hechos del 7 de enero, se sucedieron los enfrentamientos. El 9 de enero, durante el cortejo fúnebre que acompañaba los féretros de los muertos a la Chacarita, al llegar a la intersección de Corrientes y Yatay, un grupo de manifestantes se introdujo en el Convento de Jesús Sacramentado; en su interior, policías y civiles armados atacaron y mataron obreros. Nuevos enfrentamientos en la Chacarita. Más obreros que caían ante las balas policiales. No eran equivalentes las fuerzas enfrentadas. Pero la disciplina, la conciencia, la organización, la clase obrera las va forjando en la lucha. Ya los niños proletarios se van preparando para los combates que han de librar. En efecto, durante el día se veían grupos de niños arrojando piedras contra los faroles de la iluminación urbana para que esas calles quedasen a oscuras y las “guerrillas urbanas” pudiesen desplegar su acción nocturna.

Es así como las tendencias ideológicas que bosquejamos más arriba, sus planteos, reivindicaciones y formas de lucha, adquieren su real significado en el accionar concreto de los obreros en los días de huelga. Los sindicalistas podían ser la tendencia ideológica dominante a nivel gremial (FORA del IX Congreso), pero el estado de ánimo de la clase, de los obreros que día a día luchan, podía ser –y de hecho lo fue– mejor expresada por la FORA del V Congreso. Es cierto que los anarquistas no tenían en cuenta las posibilidades reales de una revolución en la Argentina de 1919 y eso tradujo su acción en voluntarismo. Pero a veces este aventurerismo expresa más cabalmente el estado de ánimo de la clase, en este sentido estimulado por el triunfo de la Revolución Rusa, que inicialmente fue respaldada por sectores del anarquismo.

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