Logo
Imprimir esta página

Periplo de un pensador

Periplo  de un pensador

Hoy se cumplen 135 años del fallecimiento en Nuilly-sur-Seine, Francia, de Juan Bautista Alberdi, uno de los intelectuales más importantes de la Argentina en el siglo XIX.

Para Arenas Luque: la figura de Alberdi “se destaca realizada por las nobles aspiraciones de su alma y por los frutos de una inteligencia que no encontró entre sus contemporáneos un nivel más alto. Es la historia de los esfuerzos hechos por una generación para constituir una patria que sirviese de modelo para las poblaciones y capitales europeas, al mismo tiempo que el centro donde se acogiese la civilización del Viejo Mundo”.

La generación romántica del 37 tuvo a Alberdi como uno de sus principales protagonistas. Estos jóvenes publicaron La Moda, que tenía por subtítulo Gacetilla semanaria de música, de poesía, de literatura, de costumbres, de modas, dedicada al bello mundo Federal. Bajo la forma de unas críticas satíricas de las costumbres, la publicación se insertaba en la crítica a la herencia cultural española, vigente aún en la sociedad criolla. Se sostenía que nos habíamos independizado de España en lo militar, con las armas, pero que la cultura española nos continuaba sujetando, lo que tenía correlatos en el orden político. Alberdi firmaba sus artículos con el seudónimo de Figarillo y fue el redactor más destacado del semanario. “Me llamo Figarillo y no otra cosa, porque soy hijo de Fígaro, es decir, soy un resultado suyo, tampoco habría Figarillo, yo soy el último artículo, por decirlo así, la obra póstuma de Larra” (Manuel José de Larra fue un autor español de dramas románticos, traductor de obras francesas y en todo momento se destacó en el género satírico firmando sus trabajos con el seudónimo de Fígaro).

En el momento en que se constituyó el Salón Literario (1837) y que se editó La Moda, la Joven Generación, a diferencia de Esteban Echeverría, creía en la posibilidad de transformar en organización constitucional la organización empírica, vale decir, en los hechos, que Juan Manuel de Rosas le había dado a la “nación”. Era un proyecto que lindaba –si se nos permite una odiosa comparación histórica– con el “despotismo ilustrado” del siglo XVIII. Se trataba de “ilustrar” al caudillo Juan Manuel de Rosas. Pero este no se engañó por la “inocente” crítica costumbrista de los jóvenes del 37, el Salón Literario tuvo que cerrar sus puertas y La Moda dejó de circular. Asimismo, el bloqueo de Francia (1838-1840) no tornaba apetecible para Rosas la alianza con una juventud que adscribía al romanticismo francés. La comunidad ideológica que podía existir entre la Joven Generación y las fuerzas navales francesas que habían bloqueado el Río de la Plata, comunidad que no estaría dada por las ideas sino por el común origen francés de unas y de otras, hicieron que esos proyectos políticos tuviesen una vida extremadamente corta. La nueva realidad de 1838 impuso la emigración de los jóvenes del 37, entre ellos Juan Bautista Alberdi, que se integró a la oposición intelectual y política al gobierno del Restaurador de las Leyes.

Años más tarde, Alberdi será el autor de las Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina, uno de los documentos en que se basaron los constituyentes de 1853 para elaborar la Constitución que, con sus sucesivas reformas, continúa rigiendo la organización socioeconómica, política e institucional de la Nación. Las Bases abordan el fondo de los problemas a los que los constituyentes debían hacer frente para organizar políticamente a la Argentina. “La población, los ferrocarriles, la educación, la navegación de los ríos, el respeto a la propiedad, al trabajo y a la industria, eran sus temas cruciales”, señala Jorge M. Mayer. El libro de Alberdi proponía un sistema institucional “que abrace y concilie las libertades de cada provincia y las prerrogativas de toda la nación”. Acerca de las Bases, observa también Mayer: “De la Constitución de Chile tomó el modelo de un Poder Ejecutivo fuerte que, sin ser monárquico, pudiera mantener el orden en un país levantisco”.

Desde el punto de vista de Natalio Botana en El Orden Conservador, el sistema alberdiano conjugaba una “república civil amplia” con una “república política restringida”. En efecto, la Constitución de 1853 brindaba amplios derechos civiles a todos los habitantes del territorio argentino: propiedad privada, entrar y salir del territorio, enseñar y aprender, publicar libremente las ideas sin censura previa, ejercer todo tipo de industria lícita, libertad de cultos, etc.; mientras que en el orden político, si bien no se calificó el sufragio de los ciudadanos (lo que Alberdi hubiera querido), organizó un sistema institucional presidencialista (poder ejecutivo con una amplia gama de atribuciones) e hizo de la votación indirecta del presidente y vicepresidente y de los senadores la llave del control político de la “voluntad ciudadana”.

Sostuvo Alberdi arduas polémicas con Domingo F. Sarmiento, otro importante intelectual del liberalismo del siglo XIX. Sus divergencias llegaron al plano de la política, ya que después de la revolución del 11 de septiembre de 1852, Alberdi se relacionó orgánicamente con la Confederación Argentina (Urquiza), de la cual fue representante diplomático, y Sarmiento con el Estado de Buenos Aires. Sarmiento cifraba gran parte de sus programas en la educación pública como factor central en la formación del ciudadano, por el contrario Alberdi sostenía que ningún sistema educativo podría hacer del criollo un “obrero inglés”; por ende, lo central era traer a los obreros del norte de Europa a la Argentina.

Alberdi fue un acérrimo crítico de la guerra del Paraguay (1865-1870) al sostener que el gobierno de Bartolomé Mitre había asumido los intereses del Brasil en la lucha contra el Paraguay. “No hay, en efecto, un solo interés fundamental de orden social, político, geográfico para toda esta porción de América, que no esté comprometido gravemente en la cuestión que hoy se llama del Paraguay, y que no es en realidad sino la cuestión del Brasil, vista por un reverso”. La cuestión del Paraguay era la del Brasil, porque este necesitaba tierras templadas para la producción de alimentos y ello lo había llevada a la intervención en el Uruguay, acontecimiento que el presidente del Paraguay, Francisco Solano López, consideró atentatorio contra el equilibrio de las repúblicas del Plata y que provocó el desencadenamiento de la guerra, donde la Argentina se alió al enemigo histórico de la presencia hispana en el Río de la Plata, que era el Brasil, como heredero de la política portuguesa. El periódico La Nación, vocero de las ideas de Mitre, nunca llegó a perdonarle a Alberdi su apoyo al Paraguay. Y como para incrementar la crítica de Alberdi al mitrismo, sostuvo que la reforma constitucional de 1860 y la posterior batalla de Pavón (1861) revocaron el sistema social de la Constitución de 1853. El interior nuevamente volvía a estar sujeto a la hegemonía y dominación de Buenos Aires.

Alberdi fue un intelectual en conflicto con el tiempo que le tocó vivir. Su lucidez lo llevó a comprender la necesidad de la organización nacional, tanto a nivel político como socioeconómico; se enfrentó al gobierno de Juan Manuel de Rosas, pero también terminó distanciado de la burguesía que sostenía el Estado nacional en formación. Sus proyectos de progreso social naufragaban en una realidad donde no existía una importante burguesía industrial. El gran drama de los intelectuales del liberalismo en la Argentina de la segunda mitad del siglo XIX residía en que, dadas las formas específicas asumidas por el capitalismo argentino, la clase dominante estaba formada por una burguesía terrateniente. Es por eso que sus proyectos socioeconómicos y políticos, insertos dentro de una concepción general del progreso burgués, se encontraron con una “amarga derrota” y en este sentido terminaron enfrentados a la clase con la que, de una u otra forma, habían intentado establecer relaciones orgánicas.

Fuentes consultadas

Arenas Luque, Fermín. Efemérides Argentinas, Buenos Aires, 1960

Botana, Natalio. El Orden Conservador, Buenos Aires, Sudamericana, 1984.

Mayer, Jorge M. Alberdi y su Tiempo, Buenos Aires, Eudeba, 1963

Weinberg, Félix. El Salón Literario, Buenos Aires, Hachete, 1958.

Derechos Reservados TrasCartón
Diseño Web Idea InterNet